Este domingo en Mestalla el Espanyol certificaba un descenso a Segunda que para muchos era la crónica de un desastre anunciado. Sólo dos temporadas ha sido capaz el conjunto blanquiazul de mantenerse en la máxima categoría tras retornar a la misma un no muy lejano 8 de mayo de 2021, y tras un año de despropósitos a diferentes niveles vuelve el Espanyol al infierno de la Segunda división, en un nuevo fracaso de esta muy decepcionante era Chen Yansheng.
La elección de Domingo Catoira para construir el proyecto, en la génesis del problema
En la penúltima jornada del pasada temporada, el presidente del Espanyol Chen Yansheng decidía hacer caso del sentir de la afición y destituir al director deportivo Rufete y al técnico Vicente Moreno. Los rectores de la entidad, una vez conseguido el objetivo de la permanencia, se ponían manos a la obra para remodelar la plantilla, para lo cual se ascendía al secretario técnico Domingo Catoira al cargo de director deportivo. Una decisión que se ha demostrado absolutamente errónea, y en la cual cabe buscar la génesis de la actual situación en que se encuentra el Espanyol.
Con el gallego, la planificación deportiva se convirtió en un auténtico caos. Con el objetivo de rebajar la masa salarial y rejuvenecer al equipo, Catoira dio la baja a futbolistas como Diego López, David López, Embarba, Vargas o Melendo (que no aceptó la oferta de renovación). La idea era rejuvenecer la plantilla cara a un proyecto con el punto de mira en el medio plazo, pero lo cierto es que las decisiones en el verano fueron bastante caóticas. Uno de los ejemplos más claros del caos en la planificación fue la búsqueda de un portero de garantías en sustitución del veterano meta de Paradela, que se ha demostrado infructuosa a todas luces, con una sucesión de fichajes absurda. Por otro lado, está el caso de César Montes, que parecía virtualmente fichado pero al final hubo de esperar hasta la ventana de enero para incorporarse a la disciplina del equipo. Caso aparte es la gestión del caso Raúl de Tomás. Rufete y Vicente Moreno supieron lidiar los las exigencias del delantero, a veces difícilmente asumibles para el grupo, pero la llegada de Diego Martínez, que tenía una idea diferente de lo que eran las jerarquías, no gustó al díscolo futbolista. RDT, que adujo una misteriosa lesión para no vestir de corto en la pretemporada y el inicio de la Liga, al final salió vendido al Rayo por unos decepcionantes ocho millones fijos y tres en variables (su cláusula era de 70) y encima fuera del plazo de mercado, con lo que el dinero recibido no pudo ser reinvertido como era el plan inicial de la entidad. Con el paso del tiempo, queda claro que ni el Espanyol ni el mismo Raúl de Tomás, que se quedó sin su soñado Mundial, salieron beneficiados por cómo acabó el tema.
Diego Martínez, de la ilusión a la más absoluta de las decepciones
Ya que hablábamos de Diego Martínez, el entusiasmo con el que aterrizó en el Espanyol se fue disolviendo como un azucarillo en el café a medida que veía como se incumplían las promesas que se le hicieron para dejar su retiro voluntario de los banquillos y poder construir una plantilla con aspiraciones. De entrada, se le planteó que el dinero de la gran venta de RDT -se hablaba de unos 23 millones de euros- se destinaría a construirle un gran equipo, algo que evidentemente nunca sucedió. A medida que veía como el proyecto que se le planteaba no era lo prometido, no dudó en ir enfriando las expectativas de manera pública al tiempo que lo intentaba todo para suplir las más que evidentes carencias que había dejado una deficiente construcción de la plantilla. Sin embargo, la testaruda realidad se imponía a sus ensayos sobre el verde para suplir la carencia de extremos, una defensa deficitaria y la mencionada infructuosa búsqueda de un portero de garantías, y ninguna de las pruebas que hizo dio el resultado esperado. Uno de los problemas es que el mensaje de Diego Martínez pareció erosionar la autoestima de la plantilla, y en ningún momento del curso se ha visto la mejor versión de ninguno de los futbolistas que la integran. El mal rendimiento deportivo desembocó en la previsible y posiblemente tardía destitución de Diego Martínez tras la última oportunidad que por petición del vestuario se le concedió ante el Girona. La elección para suplir al gallego, tras las muchas consultas hechas por la cúpula del club a diferentes sectores del espanyolismo, fue la de Luis García, un hombre con un innegable ADN perico pero con el problema de su poca experiencia en la élite de los banquillos. El asturiano se convertía en el 11º técnico de la era Chen tras Constantin Galca, Quique Sánchez Flores, David Gallego, Rubi, Pablo Machín, el “Pitu” Abelardo, Rufete, Diego Moreno y Luis Blanco. Pese a percibirse una evidente mejora en el juego -con Martínez se jugaba básicamente al patadón- no ha habido tiempo suficiente ni las circunstancias en forma de arbitrajes lamentables han acompañado para acabar obrando el milagro. No pueden quedar líbres de crítica los mismos futbolistas, que parecieron afectarse por la poca confanza de Diego Martínez en ellos, y con contadas excepciones no han mostrado su mejor versión hasta el tramo final de curso, cuando ya era demasiado tarde. Especialmente sangrante es el dato de las 66 dianas encajadas que convierten al Espanyol en el equipo más goleado de la categoría, lo que hace que sean absolutamente estériles los buenos datos en ataque, dignos de un equipo con aspiraciones más elevadas.
Chen Yansheng se ampara en el tema económico, pero el tema social pesa mucho
Uno de los pocos puntos en que se salva relativamente la gestión de Chen Yansheng es el económico, ya que aunque lleva tres ejercicios presentando pérdidas la deuda ha pasado de unos estratosféricos 200 millones a los 43. Sin poder sacar excesivamente pecho, ha dado para afrontar los diferentes mercados, y se planea crecer en patrimonio gracias al plan avanzado de construir una segunda Ciudad Deportiva, entre otras acciones. Sin embargo, todo queda opacado por la evidente desafección que se ha vivido desde la llegada de Chen Yansheng en el 2016. Algo que se justifica en los malos resultados deportivos y también en una errática política de abonos, por lo que queda mucho que hacer si se quiere crecer en el ámbito social y recuperar aquellos pericos que se han ido alejando paulatinamente por la mala gestión en todos los ámbitos de actuación. Unos espanyolistas que de manera mayoritaria ven en la marcha de Chen y la venta del club la única brizna de esperanza cara a un futuro que pinta muy complicado.