Estuve viendo “Fall”, una aclamada película donde dos chicas deciden vencer el vértigo y ascender una antena de 600 metros, tras la muerte del marido de una de ellas en otra escalada. Debieron conformarse con llegar hasta arriba y disfrutar de las vistas del desierto, pero una imprudencia las llevó a un desenlace parecido al empate entre pericos y maños.
Estuvo atento Pacheco para solventar el último peligro que acechaba nuestras cabezas, cuando el Zaragoza se volcaba como los buitres a los cadáveres.
No fue tan negativo Óscar Gil en un mal primer tiempo en general, pero abusó de la falta y la tarjeta lo envió a la ducha al descanso. Calero aspira a próximo hombre anuncio de la DGT: las imprudencias se pagan.
Bajo la influencia de la inferioridad, Cabrera fue el mejor atrás y quizá delante y coincidió Brian con Expósito en la única buena combinación del partido para demostrar que detrás de un gran remate hay un excelente centro.
Debió dar Gragera un paso adelante ante el bloqueo que sometían a Aguado. La excelencia de los dos centrocampistas quedó aparcada cuando más se necesitaba.
Jofre también se sacrificó al descanso víctima de la comparación entre el duelo de Copa y el de liga. Se juntaron arriba Puado y Braithwaite y lo que debía ser la “conexión gol” acabó en duelo de vecinos que se pisan las alfombras.
La reacción no podía esperar tras 45 minutos de cemento, Omar, Milla y Pol al césped, con mensaje sin sutileza del entrenador: no le gustaba como cazaba la perrita. El centrocampista dio buena impresión. Y cuando todo parecía rodado, la dudosa roja nos trajo a Sergi y Keidi para eliminar el boato y embarrar el terreno con contundencia.
Cualquier lectura del duelo quedará siempre condicionada por una expulsión que cambió la reacción que se presumía tras el descanso. Será con el paso de varias jornadas más cuando este punto alcance cotización al alza o a la baja. Arcediano Monescillo en el verde, apréndanse el nombre, volvió a poner de su parte para tener la sensación de que los puntos se nos iban a ir y quizá por eso, más vale punto en mano que ciento volando.
