La opinión de Juan José Caseiro sobre lo visto en el Eldense – Espanyol:
Esto que les voy a contar no es el misterio de Tutankamon, que a dia de hoy no hay teoría definitiva que confirme el motivo de su muerte. Es simplemente el acto definitivo de cómo una serie de personas, decidieron, sin saber porqué, momificarse ellos solos y acudir en directo a su propio entierro.
Le gusta salir poco y como Elda no es Las Vegas, Pacheco vio los goles sin saltarse el área chica. Valga que Óscar Gil no fue el peor, señal del nivel del partido y marca el listón del resto de calificaciones. A Sergi el balón entre los pies le hace cabriolas y la vuelta de Cabrera empeoró, si es que se podía, el centro de la retaguardia. La vida al revés de Brian, enfadado con el mundo sin justificación ajena que le sirva.
Jugar con dos centrocampistas tras la lesión de Expósito, es desatar la tormenta y la ocurrencia del entrenador dejó desnudo a Pol. Aguado, que vendría a ser la última Coca-Cola del desierto, se evaporó.
Mantener a Milla en el once titular es un ejercicio de contorsionismo, seguramente bien pagado en el Cirque du Soleil. Salvi, el canuto que nadie come en las cajas de surtido variado, fue transparente y Braithwaite sigue de pichichi por el ínfimo nivel de la categoría.
No hay distinción para los cambios: Jofre, Keita y Keidi, se mimetizaron con los 11 restantes y cada uno puso lo suyo para sacarle la cruz al vampiro Ramis. La estaca, deberá clavarla Garagarza.
Acabo. Entre semana, tres aficionados sevillistas, perdieron la vida cuando iban a Madrid a ver a su equipo. Estremece pensarlo. Por eso, no perdono la poca empatía del futbolista que no se acerca a saludar a su afición en un desplazamiento, sabiendo lo que esas personas hacen por apoyar a los suyos. Gente corriente que devora kilómetros por un sentimiento. Que llorarán en la vuelta a casa, mientras ellos tirarán de tópicos para salir del paso. Aficionados que se dejan la vida y buscan en los suyos la misma correspondencia. Si te dejas la piel, nadie te negará el reconocimiento. Es lo mínimo que pedimos los que llevamos estos colores grabados a fuego. Los jugadores aún pueden salvar el foso donde hemos enterrado al míster, que él solito se puso el último clavo de su ataúd.
Juan José Caseiro