La opinión de Juan José Caseiro tras lo vivido en el Eibar – Espanyol:
A estas horas andan los parapsicólogos del país intentando explicar qué pudo suceder en Ipurúa en dos minutos extraños, que convirtieron Éibar en Zugarramurdi y al Espanyol en una versión a escala inferior de aquel United remontándole al Bayern en la final de la Copa de Europa. Porque la derrota nos dejaba la sensación de que íbamos para Conde de Montecristo en la Hypermotion y dormiremos una semana entera en ascenso directo, gracias a fenómenos paranormales.
Durante gran parte del partido, habría bastado un “copiar/pegar” de otros días para definir tanto la puesta en escena como el desempeño de algunos titulares.
Es digno de estudio los goles que encaja Pacheco; habría que revisar el mapa de calor de Omar, demasiado estático. Sergi, en el descuento, forzó el córner del pánico, que en la contra acabó en el gol más insospechado de todos los tiempos. Fueron buenas noticias que Víctor ya está rodado para el tramo decisivo de la liga y Cabrera, aferrado a una posición que conocía de Getafe.
Para los azulgranas fue fácil tapar a Aguado y que Keidi sufriera más de lo previsto; jugar con dos centrocampistas es inofensivo como un paseo en las barcas del Retiro.
El clásico y reiterado Puado en banda, que le hace perder sustancia. Milla y Jofre parecían asustados por picar a la puerta de la defensa rival, que había colgado el letrero de “no molestar”. Braithwaite salvó el gazapo del 2-0, acercando el inicio de la remontada.
No hay ascenso sin flor y el banquillo trajo un ramo: Gastón debutó, ayudó y dio utilidad a un filial que por ahora solo iba a las convocatorias de relleno y Keita contribuyó despistando a Zidane en el empate. Capítulo aparte a “los Maradonas”: Salvi se lleva el MVP y sigue alimentando una corazonada que desvelaré a su momento y Lazo, que ya había avisado con una arrancada “a lo Darder”, se convirtió en Solskjaer y dejó a los de Etxeberria, tirados como Kahn y compañía, esperando un Collina que los ayudara a levantarse.
El fútbol fue inexplicable para nosotros y cruel para ellos, en un papel que otras veces nos tocó asumir. Me acuerdo ahora de aquella frase de Radio Rivadavia, la emisora argentina, que dijo “que bonito es levantarse una mañana de domingo cuando por la tarde juega Maradona”. Yo la he transformado, cambiando el nombre del Diego por el de mi equipo y me he dicho a mí mismo “qué bonito es levantarse una mañana de domingo cuando ayer ganó el Espanyol”. ¿No creen?
Juan José Caseiro