La opinión de Juan José Caseiro tras el triunfo del Espanyol ante el Real Zaragoza:
“Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”. Como si de los versos del poema de Machado se tratara, se enderezó una trayectoria abocada a terminar en la cuneta. El cambio de míster, guía espiritual de un equipo enchufado, nos recuerda que los caminantes en Segunda, para ascender, deben hacer camino al andar.
La máxima de la categoría que reconocen todos los entrenadores es no encajar: Joan lleva un promedio perfecto y su área es coto privado de caza para el rival; Omar inmovilizó a quien asomara por derecha, igual que Brian, agotado tras dos meses de relax en el banco. Víctor marcaba el nivel global: bien en la primera y tortuosos en la segunda. Cabrera tiró de oficio cuando la velocidad le superaba.
En el medio las novedades: Gragera como escoba dejando la propina de la creación a Aguado. Keidi se pegó a Franchu como junta a la culata. Rubén, que debía cargar por derecha y equilibrar al conjunto, se fue inédito.
Puado se adaptó enseguida al rol que nunca debió dejar y Braithwaite se quedó sin cargar goles en su cuenta mientras esperamos pronóstico.
Envueltos en incidencias, los cambios llegaron antes de lo imaginado: Jofre no acabó de romper y Milla salvó un gol que habría inclinado el campo. Óscar y Sergi modificaban la defensa cuando el peligro no remitía y la vuelta de Nico es la estela que quizá nos pueda guiar.
Se arrancaba en la cúspide de la motivación y la victoria incrementa el ánimo. Máximo valor al triunfo cuando en cada parada en el camino, los lugareños te esperan con más ganas que a ningún rival. La ilusión recuperada se proyecta de forma individual. Servidor lo hace escribiendo. Por eso le robó los últimos versos a Machado, así puedo recordarles que “caminante son tus huellas, el camino y nada más”.
Juan José Caseiro
