La opinión de Juan José Caseiro tras el Espanyol – Andorra:
El dictador Ceaucescu, obsesionado con poder ser envenenado a través de la ropa, guardaba sus trajes en un búnker inaccesible y tenía la manía de quemar cada día el que vestía. Y el que debería ser el dictador de la categoría, tras tres cambios de vestimenta en forma de entrenador, tiene la manía de no ganar y saca a relucir los episodios de cada jugador.
La manía de Joan es seguir parando para dejarnos vivos; Omar, con 20 años, le ha cogido apego a estar más pendiente de la bronca que de jugar; la de Sergi no arriesgar y la de Víctor es creer que el currículum le salvará. La chifladura de Brian, copiada por Omar, es ahora la de alejarse de lo que vimos un año atrás.
La de Gragera es buena, consiste en saber que no te va a decepcionar. Keidi reflejó la excentricidad del entrenador, hormigón antes que violín y Nico haciéndolo bien en uno de cada diez partidos es su tendencia y no acaba de explotar.
La rareza reconocible de Puado es pillar la racha de acertar, a Jofre le han adjudicado la de ser sustituido cuando había otros peores y a Braithwaite que no se le quite la que tiene de seguir marcando cuando no merecemos más.
Completan el abanico de obsesiones que a Aguado le sobran toques para dar un pase y a Salvi que va camino de pasar sin pena ni gloria. A Pol le dio la neura y buscó algún pase que otros no intentaban. Rareza fue alejar a Gastón del área y Calero, del que ya ni me acordaba, esta vez sin querencia al error.
Extravagante empate contra el colista y gracias. 36 jornadas después, hasta el más optimista estaría legitimado para tirar la toalla. Quizá haya un cambio de rumbo aunque cuesta creerlo. Jugadores que juegan mal, equipo que juega mal. Y esto no es una manía, es simplemente, la realidad, incluida la de los árbitros, con ese apego para jodernos cada día un poquito más.
Juan José Caseiro
