Me planto ante el folio de la última jornada de liga con la decepción de no poder escribir lo que deseo. Más bien, como si el papel fuese el último lugar donde dejo caer la frustración y me dispongo a confesar mis penurias. Al estilo de esos programas de madrugada en la radio, donde el avispado locutor, siempre saca los secretos más inconfesables al desesperado que llamó pensando que al otro lado, quien escuchaba era del teléfono de la esperanza.
Imaginamos una invasión de campo por el ascenso y tuvimos una recesión, la de las gradas, por parte del aficionado, asqueado de una temporada que sólo nos dio una alegría efímera en el Ciutat de Valencia y en el ‘milagro de Ipurua’.
Puestas en escena indignas para el mayor presupuesto de la competición, donde la lista de agravios de los jugadores hacia el aficionado, superan lo soportable. Se salvan algunas de las briznas de excelencia que brotaron durante el año, donde Joan, sobresale por encima de cualquiera, pichichi incluido.
Desde la banda, hubo todo tipo de desaguisados, hasta el punto de que aún hoy, nos preguntamos si en algún momento acertamos. Ya les digo, que seguiremos sin ponernos de acuerdo. Entre otras cosas, porque guarda relación directa con el desempeño de unos futbolistas que cuesta creérselos.
La política de ahorro de los que están en el palco dio paso a la insolencia en las respuestas de los que nos dirigen en cualquier rueda de prensa. Me pregunto qué traduce el chino a su paisano el propietario, factor clave para desenmarañar el entramado que se traen entre unos cuantos. Por ahí empezó hace tiempo a romperse el Perú y en estas nos encontramos.
Deberíamos estar ahora festejando, hablando de ir el próximo curso a San Mamés, el Pizjuan o el Metropolitano, de cómo frenaríamos a Mbappe o de las ganas de un derbi en casa. Y la realidad nos pone más cerca de Anduva que del Bernabéu, de que nos haga penalti Ezkieta antes que Courtois o, que la fortuna no lo quiera, de visitar Sant Joan Despí y no precisamente para ir a la tele.
Poco les puedo contar de un partido que alguien dijo, era casi un resultado imposible: 3-0. Ahora toca el playoff y permítanme decirles que no caigamos en el error de planificar si es mejor Eibar u Oviedo cuando aún no hemos jugado contra el Sporting. Desconozco la fórmula infalible para ganar y cumplir con la obligación del ascenso. Sin embargo, si estoy convencido de que nos quedan dos semanas de ir todos a una, como en Fuenteovejuna. Y después, ya intentaremos aclarar el panorama. O lo que quede.
Juan José Caseiro
