La opinión de Juan José Caseiro tras el Oviedo – Espanyol:
7 días o 300 noches
Ya saben, los gladiadores esperaban la decisión del juez del Coliseo: pulgar arriba, pulgar abajo. Esa mano que dictamina el futuro ha pendido toda la temporada sobre nuestras cabezas, desde todos los estamentos. Ese dedo mirando a tierra se levantó ligeramente cuando el VAR concluyó que los goles en fuera de juego no son válidos y que la arena de Cornellá decidirá el duelo a vida o muerte.
El equilibrio le jugó una mala pasada a Joan, víctima de su propia confianza; el último servicio de Óscar, el que secó a Vinicius, fue hacer la falta absurda que ahora señala al portero; Calero volvió a ganarse la matrícula de honor, de la que se bajó Cabrera, dudando más de la cuenta. Brian simplificó los problemas y solo se adelantaba para el balón parado.
Gragera, silbado ya en toda Asturias, alternaba en lo bueno con Keidi, que debe pensar que anda de Eurocopa y que los de azul eran Italia: masterclass del albanés. Aguado, del slalom inicial a desaparecer como el Guadiana.
Dejamos a Jofre que se infiltre como un espía, pero nadie le pide informes; saltaba Puado con los rivales, sabiendo que no iba a ganarles y a Martín le descubrieron todos los empujones que hace para ganar espacio.
El cansancio pedía cambios y salvo Sergi, los restantes favorecieron la embestida: Salvi, Nico, Milla y Keita. Para este último, cualquier tiempo pasado no es que fuera mejor, es que fue el único.
Cantaba Sabina al amor perdido, a cuanto se tarda en absorber el dolor. Una experiencia que en clave futbolística puede cambiar en una semana. Así es la vida del perico, lo que va entre un partido y el siguiente. Y esta vez será el último. Toca esperar 7 días, de ellos depende que no lo tengamos que lamentar 300 noches.
Juan José Caseiro
