Una vez leí que la integración no es renunciar a lo que uno es, sino sumarse a lo que uno puede ser. Un concepto que puede sonar abstracto pero a la vez supone muchas cosas. Porque en ese trayecto cultural que en el fondo es la vida, puedes nacer en un lugar, tener la nacionalidad de otro… y sentirte de ambos.
Omar El Hilali, ese joven que se desliza por el lateral con la camiseta del RCD Espanyol, es más que un claro ejemplo de ese viaje. En él late la historia de un esfuerzo constante, casi silencioso, que comenzó cuando era apenas un niño en las calles de L’Hospitalet. Y es ahí, en ese rincón de Catalunya, donde su historia se teje con las de tantas otras familias que, con raíces en la otra orilla del Mediterráneo, han hecho de esta tierra su hogar.
Hay algo profundamente inspirador en la figura de Omar El Hilali, porque su historia no es solo la de un futbolista que está llegando lejos gracias a su talento, sino la de un joven que ha aprendido a encarnar dos mundos sin perderse en el proceso. En el césped, con el balón a sus pies, se puede empezar a ver el fruto de años de niñez coordinada y disciplinada. Pero fuera del campo, Omar es algo más. Es un puente. Un puente entre culturas, entre lenguas, entre identidades. Habla con la misma naturalidad en castellano que en catalán, como si ambos idiomas fueran hilos de un mismo tejido, ese tejido diverso que es Catalunya. Y esa fluidez, ese cruce de voces y de palabras, donde más sentido cobra es en un club como el RCD Espanyol. Un lugar que no es una moda pasajera, sino una convicción arraigada, una pasión que crece en la adversidad y que nunca se rinde, porque al final es en el esfuerzo continuo donde se encuentra la verdadera grandeza.
La semana pasada, en un acto que pasó quizá desapercibido para muchos, Omar El Hilali fue padrino de la iniciativa ‘Xarxa Antirumors L’H’. En un mundo donde a menudo se gritan prejuicios y se murmuran estereotipos, él decidió poner su nombre al servicio de una causa noble: combatir esos rumores que distorsionan la verdad de las personas. Es un gesto poderoso, porque Omar sabe bien lo que significa crecer bajo miradas que a veces juzgan antes de conocer. Su compromiso con esta iniciativa refleja algo más que solidaridad; refleja una conciencia madura, una mirada profunda hacia el papel que puede jugar en su comunidad, más allá de defender a Mbappé como esta semana o ser titular la mayoría de partidos.
Pero la implicación en entender lo social como propio no se acaba en lo comunitario. Cuando alguien quiere crecer, debe conocer. Es difícil comprender sin saber. Porque a pesar de su éxito temprano, quiere seguir estudiando, quiere seguir creciendo más allá del fútbol. Porque, al fin y al cabo, todos sabemos que el balón puede dejar de rodar en cualquier momento, pero el conocimiento o la formación, son herramientas para la vida que nunca se apagan. Y en realidad, es lo que nos hace libres.
Un caso como el de Omar El Hilali nos invita a reflexionar sobre lo que significa el esfuerzo, la pertenencia, y el compromiso con los demás. Su historia nos recuerda que, en un mundo tan lleno de ruido (una de las cosas que menos le gustan junto con el calor), hay quienes avanzan con el corazón en calma, trabajando en silencio, sin olvidar de dónde vienen, pero con la mirada siempre puesta en el horizonte. Y en ese horizonte, Omar no camina solo, sino con toda una parroquia de sentimiento blanquiazul detrás de él, y con un futuro que él mismo va construyendo, paso a paso. Un futuro, que en lo deportivo, comunitario y social, tiene más valor del que parece.
@AridaneAvila
