Sergi Darder volvió al escenario que durante años fue su hogar, el RCDE Stadium, pero esta vez defendiendo los colores del Mallorca. Su regreso, desde que forzó su salida del Espanyol, era uno de los grandes puntos de interés del partido, pero el ambiente en las gradas sorprendió por su inicial contención.
Jagoba Arrasate confió en el centrocampista mallorquín para ser titular, y cuando el número 10 saltó al terreno de juego, muchos esperaban una pitada ensordecedora por parte de la afición blanquiazul, herida tras su salida. Sin embargo, en un primer momento, la respuesta del público fue otra: un silencio cargado de tensión, como si los seguidores estuvieran más concentrados en la importancia del encuentro que en ajustar cuentas con su ex capitán.
No obstante, a medida que el balón comenzó a rodar, el plebiscito cambió. Cada vez que Darder tocaba el esférico, los pitos se hicieron presentes, aunque de forma intermitente y sin la intensidad esperada. Era como si el público se debatiera entre su respeto por lo que Darder representó para el club y el resentimiento por cómo abandonó el barco en el peor momento. A lo largo del partido, la indiferencia también fue ganando terreno en algunos sectores del estadio, mientras Darder, lejos de ser el jugador que manejaba los hilos del Espanyol, pasó desapercibido en el centro del campo bermellón.
El punto álgido llegó en el minuto 60, cuando Jagoba Arrasate decidió sustituirlo. Entonces, sí, los pitos fueron sonoros, marcando su adiós en lo que parecía el cierre de un capítulo. Una despedida que resumía lo que había sido su paso por el RCDE Stadium en esta nueva etapa: algo tibio, con la sensación de una herida que, aunque no está cerrada, tampoco arde con la misma fuerza. Al acabar el encuentro y ante los micrófonos de LaLiga, Darder explicaba que “no había vuelto a la ciudad desde que me fui. Han sido muchos años aquí y hoy ha sido un día especial, de muchas emociones, de reencontrarme con gente que puedo llamar amigos, muy feliz de poder ver a tanta gente”.
En resumen, el regreso de Darder no fue ni apoteósico ni trágico, sino más bien una señal de que, para la afición, el verdadero protagonismo sigue estando en el césped, en los jugadores que aún visten de blanquiazul y en los retos que enfrenta el equipo.
