En una temporada marcada por el sufrimiento y el constante reto de intentar mantenerse en la élite del fútbol nacional, de conseguir el objetivo de la permanencia, el Espanyol ha encontrado en Manolo González a un líder inesperado y, quizás, el último bastión de un proyecto que parecía condenado a tambalearse. Con apenas tres puntos sumados de los últimos 21 en juego, lo lógico sería que los aficionados blanquiazules pidieran en masa su cabeza. Pero, en una realidad que rompe todos los esquemas del actual mundo del fútbol, donde la paciencia tanto se echa en falta, el espanyolismo se ha unido alrededor de la figura de un entrenador que, en apenas unos meses, ha obrado lo que podría considerarse casi un milagro en tiempos de incertidumbre y zozobra.

Desde su llegada, Manolo González ha tenido que luchar no sólo contra los resultados, sino también contra una serie de reticencias dentro del propio club. Fran Garagarza, el director deportivo blanquiazul, no lo tenía inicialmente en mente para el banquillo en este año del retorno a la élite, y apostaba más por alguien con el sello de Primera como Sergio González para liderar este regreso; de hecho, tan sólo la demora en la recuperación del de L’Hospitalet de su paso por quirófano por una intervención en su cadera evitó lo que parecía un hecho consumado, su retorno al banquillo del RCDE Stadium. Sin embargo, Manolo se ha sabido imponer con su estilo directo, sin miedo a hablar claro, ajeno a la burocracia propia de las ruedas de prensa, y con un discurso tan sincero que ha cautivado a un sector importante de la afición que le sigue siendo fiel a pesar de los tropiezos. Esa franqueza se mostró con fuerza tras el último derbi en Montjuïc, donde, en lugar de esconderse tras excusas, encaró los micrófonos con una serenidad encomiable, ejerciendo además de improvisado portavoz de un club en el que se echa en menos alguien que lo defienda en público entre la cúpula directiva.
Su conexión con el vestuario y su habilidad para maximizar los recursos de una plantilla austera en la que no se invirtió ni un solo euro en verano es otro de sus grandes méritos, un escenario que amenaza con repetirse en la próxima ventana de enero. Los aficionados del Espanyol han puesto en valor el esfuerzo de un técnico que, sin disponer en el banquillo de grandes nombres ni figuras estelares a los que recurrir, ha sabido crear un grupo compacto que si hacemos caso de lo que transmiten con sus declaraciones cree en su libreto y su filosofía, aunque a veces le cueste trasladarla sobre el verde. Además, pese a las reticencias por no haber entrenado en la élite hasta ahora, su conocimiento táctico, evidenciado en la segunda mitad del derbi frente al Barcelona donde supo leer el juego de Hansi Flick y modificar el planteamiento para frenar a un equipo mucho más poderoso, es algo que le ha ganado el respeto de todos aquellos que ponían en duda su capacitación como profesional.

Pero, ¿cuál es el secreto de Manolo González? Tal vez sea su falta de maleabilidad, ese rasgo que lo diferencia de tantos técnicos que se ajustan más al protocolo y los clichés. Manolo, como decimos sin un pasado en la élite ni experiencia en la máxima categoría, ha demostrado que su autenticidad puede más que cualquier otro currículum. Ese carácter tan especial ha calado en una afición que, lejos de querer su marcha, considera su continuidad una necesidad para lo que queda de temporada.
A día de hoy, su permanencia al frente del equipo ha resistido a posibles tentaciones de cambio en un tramo muy complicado de la competición ante rivales de la parte alta de la tabla. Ahora, con un calendario que tras el parón de selecciones ofrece partidos ante rivales que se acercan más al nivel del Espanyol, llega el momento para que Manolo González y sus hombres puedan sumar los puntos necesarios para encarrilar el objetivo de la permanencia. La afición sabe que el camino será difícil y estará lleno de obstáculos, pero también sabe que, mientras él esté al mando, hay un hombre dispuesto a luchar hasta el último minuto con la mirada puesta en un único objetivo: devolver la estabilidad y la dignidad al Espanyol.
