El futuro de Manolo González al frente del RCD Espanyol pende de un hilo. Anoche, Quique Iglesias, de COPE, despejaba momentáneamente las dudas asegurando que el club no tiene intención inmediata de cesarlo. Sin embargo, la sensación en el entorno blanquiazul es que esta decisión, de no cambiar drásticamente el rumbo del equipo, es solo cuestión de tiempo.
Es cierto que el técnico gallego no es en absoluto el único responsable del desastre que vive el Espanyol. Con una plantilla de escaso nivel confeccionada por Fran Garagarza, el gallego ha intentado de todo renunciando incluso a su libreto y a su manera de ver el fútbol: cambios de sistema, simplificación táctica al extremo y minutos para casi todos los jugadores. Pero esos intentos no están dando frutos.
La derrota en Getafe no solo prolonga una racha nefasta fuera de casa, sino que expone una preocupante realidad: con un paupérrimo balance de un punto de 24 posibles a domicilio, el objetivo de la permanencia comienza a parecer una utopía. Además, como quedó claro en la pasada Junta de Accionistas, Chen Yansheng no tiene intención de invertir en fichajes en enero, lo que deja al entrenador gallego lidiando con un proyecto que parece condenado desde su mismo inicio.
A pesar de su esfuerzo y profesionalidad, Manolo González está mostrando algunos síntomas de desgaste. En las últimas ruedas de prensa, sus análisis han generado desconcierto entre la afición y los medios. Tras criticar a los menos habituales tras la derrota ante el Barbastro, en Getafe evitó señalar directamente a sus jugadores, pero su visión del partido dejó muchas dudas. Aunque probablemente su intención era no añadir más tensión dada la situación, los aficionados esperaban realmente una autocrítica más contundente.
No es casualidad que hace apenas unos días Manolo González fuera ovacionado hasta en tres ocasiones por la grada del RCDE Stadium durante el partido ante el Celta, un gesto en forma de respeto de la afición por su trabajo. Sin embargo, el mundo del fútbol no tiene ni memoria ni piedad y los resultados mandan. Si la dinámica no cambia de manera radical, es probable que el técnico acabe pagando los platos rotos por un proyecto fallido que tiene otros personajes con responsabilidades más directas, que el día que se consume el cese del preparador estaría bien que por dignidad presentasen su dimisión irrevocable, aunque es algo que evidentemente no va a pasar.
En definitiva, la espada de Damocles sigue pendiendo sobre la cabeza de Manolo González, y la situación exige una reacción inmediata. No sólo por el bien del Espanyol sino también por la figura de un entrenador que, pese a hacer todo lo que humanamente está en su mano, puede acabar siendo víctima del caos estructural que rodea al club.
