El Espanyol necesitaba un partido como éste. Un triunfo inesperado que sirviera de punto de inflexión en la temporada, un golpe sobre la mesa que recordara que este equipo sigue con vida. Y lo logró, nada menos que ante el Real Madrid, en una noche de fútbol que quedó grabada en la memoria de los pericos. Con un RCDE Stadium entregado, el conjunto de Manolo González firmó una victoria de carácter, de orgullo, de las que valen algo más que tres puntos. Al menos de manera momentánea, el Espanyol sale de la temida zona de descenso.
La afición, el motor de la gesta
Los 33.369 espectadores que asistieron al RCDE Stadium jugaron su propio partido. Pese a la notable presencia de seguidores madridistas, la hinchada perica no dejó de alentar en ningún momento, empujando al equipo hasta la extenuación. Manolo González lo pidió en la previa, y la afición respondió con creces. Pase lo que pase esta temporada, su compromiso y pasión merecen reconocimiento, y es que como bien dijo el técnico, son el verdadero patrimonio del club. Y para aquellos que insisten en tachar al Espanyol de filial madridista, la respuesta estuvo en la grada: apoyo incondicional y orgullo blanquiazul hasta el final.
Una primera parte de manual
El Espanyol firmó una de sus mejores primeras mitades de la temporada. Ordenado, concentrado y con una intensidad que incomodó a los de Ancelotti. La pareja de centrales Cabrera-Kumbulla estuvo imperial, mientras que Omar y Carlos Romero no cometieron errores en los carriles. En el centro del campo, Urko González de Zárate, una apuesta personal de Manolo González, demostró que puede ser clave en esta segunda vuelta con su capacidad para pausar el juego y su lectura táctica.
Segunda parte de resistencia y fe
El desgaste físico empezó a hacer mella, pero el Espanyol no bajó los brazos. Roberto Fernández hizo un trabajo encomiable, siendo un constante incordio para la defensa rival, y sólo le faltó algo más de acierto de cara a puerta. El Madrid, obligado por el marcador, adelantó líneas y por momentos parecía que acabaría consiguiendo marcar. Sin embargo, lejos de venirse abajo, el Espanyol encontró fuerzas donde parecía no haberlas y una jugada colectiva bien trenzada terminó con un tiro inapelable de Romero que hizo estallar el estadio. La esperanza se encendía. Delirio en Cornellà.
Joan García, en un estado de forma extraordinario, sostuvo al equipo con paradas de mérito que evitaron el gol blanco. El Espanyol resistió, sufrió y, finalmente, celebró un triunfo que puede ser un punto de inflexión en la lucha por la permanencia.
Además, este resultado refuerza considerablemente la figura del técnico, muy cuestionado en las últimas semanas por sus planteamientos y su supuesta falta de apoyo en el vestuario. Como destacó el autor del gol, Carlos Romero, tras el encuentro, este triunfo también es para él.
El próximo reto: confirmar las sensaciones
Resumiendo, hay que insistir que este resultado no oculta las carencias estructurales del club. De hecho, tras el pitido final se escucharon cánticos de “directiva dimisión”, reflejo del malestar latente en la afición. Sin embargo, todos los pericos sin excepción tienen derecho a celebrar esta victoria, incluidos aquellos que han sido criticados en los despachos.
El próximo domingo, en Anoeta ante la Real Sociedad, el Espanyol tiene la oportunidad de demostrar que esta victoria no es un simple espejismo, sino el inicio de una reacción definitiva. La lucha por la salvación sigue, pero ahora hay un motivo más para creer.
