El Espanyol ha encendido la chispa del optimismo entre sus gentes. Su victoria en Mendizorroza ante el Alavés no solo ha permitido a los hombres de Manolo González sumar tres puntos vitales cara al objetivo de la permanencia, sino que también ha reforzado la sensación de que esta temporada, por fin, el equipo ha encontrado esa regularidad que tanto se echó en falta al inicio de curso. Desde el arranque de la segunda vuelta, los blanquiazules han sumado 11 de los 18 puntos en juego, con tres victorias, dos empates y una única derrota, encajada en el último suspiro en Anoeta. Un valioso botín que ha servido para abrir una pequeña pero significativa brecha de cuatro puntos sobre la zona roja, un margen que, sin ser definitivo, permite afrontar el tramo final de la temporada al menos con una mayor confianza.
El espejo del último descenso donde el Espanyol no debe mirarse
Manolo González ha logrado que el Espanyol se transforme en un equipo aunque falto de brillo sí bastante fiable, con una identidad más definida y una mayor solidez defensiva. Atrás ha quedado la imagen de un conjunto frágil e irregular, incapaz de encadenar buenos resultados. Ahora, el reto es mantener esta dinámica y evitar cualquier atisbo de relajación. En este sentido, el espejo en el que no debe mirarse este Espanyol es el del último descenso. Entonces, con Diego Martínez al mando, el equipo también contaba con 27 puntos tras 25 jornadas, pero se desplomó en el momento clave.

El último año que se perdió la categoría, el equipo que entonces dirigía el vigués, en las últimas también tenía 27 puntos en esta misma jornada, pero con el matiz de que no sumó ninguno entre la 23 y la 29. A Diego Martínez se le cesó tras cuatro derrotas seguidas ante Valladolid (2-1), Real Madrid (3-1), Celta (1-3) y Girona (21). El gallego cerraba su etapa en el Espanyol con 27 puntos en 27 jornadas, divididos en seis triunfos, diez empates y once derrotas. A diferencia de lo que sucede este año con Manolo González, en casa no encontró la fortaleza y sumaba más puntos lejos del RCDE Stadium que en su propio campo. En la jornada 28 llegó Luis García que no consiguió puntuar hasta su tercer partido, y no ganó hasta la jornada 32: se sucedieron una derrota ante el Athletic Club (1-3) y Betis (3-1), empate ante el Cádiz en casa (0-0), derrota en Villarreal (4-2) y triunfo ante el Getafe (32) El equipo, como es sabido, acabó perdiendo la categoría con sólo 37 puntos, es decir, sumó 10 puntos en los últimos 13 encuentros, que paradójicamente este año según las actuales proyecciones podría darle incluso para lograr la permanencia.

Este año, sin embargo, las sensaciones son bien distintas. El equipo viene mostrando solidez en casa, algo que no ocurrió en la fatídica temporada del último descenso, y ha demostrado tener capacidad de competir en cualquier escenario, independientemente de cuál sea el rival. Por lo demás, se aprecia al vestuario unido y el compromiso de los futbolistas está totalmente fuera de sospecha, a diferencia de aquel curso donde eran de dominio público algunas fricciones que evidentemente no fueron de ayuda para nada en la lucha por no descender de categoría. Aunque el camino hasta conseguir el objetivo sigue siendo largo y estará lleno de obstáculos, la dinámica actual invita a creer que el Espanyol aprendió de esa experiencia y que esta vez no caerá en la misma trampa.
Con 13 jornadas por delante, la clave será mantener la misma constancia que hasta ahora y seguir sumando para sellar cuanto antes la continuidad en la categoría. La afición perica, desgraciadamente acostumbrada estos últimos años a los sobresaltos, bien merece una temporada sin sufrimiento hasta la última jornada.
