La historia que sacudió este martes al Espanyol y a su afición ha sumado este miércoles nuevos capítulos. El Periódico ha tenido acceso a detalles importantes de la denuncia por una supuesta agresión sexual contra Álvaro Aguado, unos hechos que, según la versión de la denunciante, ocurrieron el pasado 23 de junio en la discoteca Opium de Barcelona, durante la fiesta de celebración por el ascenso del equipo a Primera división.

Según este medio, la víctima —una empleada del club que sigue trabajando en la entidad— presentó la denuncia en enero, es decir, seis meses después del supuesto incidente. ¿El motivo del retraso? Siempre según la información facilitada por El Periódico, la mujer “temía por su situación laboral” y no se sentía con fuerza suficiente para enfrentarse a lo que implica un proceso judicial de este tipo. Al final, acabó dando el paso y poniendo los hechos en conocimiento de los Mossos d’Esquadra.
Pese a que se había hablado inicialmente de tocamientos, la denuncia, según estas mismas fuentes, es por un presunto delito de agresión sexual con penetración. El Juzgado de Instrucción número 13 de Barcelona se ha hecho cargo del caso y ya ha citado al jugador como investigado para mediados de mayo. Aguado, por ahora, no está acusado formalmente, y desde el club se insiste en la presunción de inocencia mientras no se dicte ninguna resolución judicial.
La fiesta del ascenso, en el centro del relato
Todo gira en torno a la noche del 23 de junio, pocas horas después de que el Espanyol certificara el ascenso en el RCDE Stadium, tras vencer al Oviedo. Jugadores y trabajadores del club celebraron el éxito en en un espacio habilitado para la ocasión, aunque sin llegar a ser una zona privada o reservada.
Ahí, según la denuncia, se habrían producido los supuestos hechos en los lavabos del local. Pero aquí entra uno de los problemas principales para la investigación: las cámaras del interior de la discoteca ya no conservan las imágenes de esa noche. Los Mossos sí están analizando grabaciones del exterior, pero la ausencia de registros visuales del interior dificulta mucho recabar pruebas objetivas.
Además, El Periódico destaca que el protocolo de actuación contra agresiones sexuales no llegó a activarse en Opium, algo que sí ocurrió, por ejemplo, con el conocido caso de Dani Alves. Entonces, el personal del local sí fue informado en el momento de lo ocurrido, lo que permitió preservar pruebas clave como restos biológicos o huellas. En este caso, como no se denunció en el acto, no hay forma de revisar físicamente el lavabo donde supuestamente sucedió todo.
Un jugador abatido
Según fuentes periodísticas, el centrocampista del Espanyol está “abatido” desde que se conoció públicamente la denuncia. Aguado no ha dejado de entrenar ni de competir con normalidad; de hecho, jugó el pasado viernes ante el Rayo. Desde su entorno más próximo, incluido su agencia de representación You First, han preferido no hacer declaraciones al respecto.

En el club, que habría sido conocedor de la situación 10 días antes de que el tema fuese de dominio público, como era de esperar, se han limitado a remarcar que el jugador no está acusado, sino investigado, y que será la justicia quien determine si hay base para seguir adelante con el caso. Como suele pasar en estos casos, lo más prudente será dejar que los tribunales hagan su trabajo. Mientras tanto, tanto la víctima como el jugador conviven con el peso de una historia que, sea cual sea su desenlace, ya ha sacudido al espanyolismo.
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