Parece mentira, pero ha pasado poco más de un año desde que Manolo González asumió el mando de un Espanyol hecho un mar de dudas en Segunda división. Un equipo tocado, con más miedo que fútbol, y al que pocos veían capaz de levantar cabeza. Hoy, 13 meses después, ese mismo Espanyol es otra cosa. Un equipo serio, reconocible, sólido, valiente y, por qué no decirlo, ilusionante. Un equipo que ya no mira hacia abajo. Ahora mira hacia Europa.

Y no, esto no ha sido solo una cuestión de “motivador”. Que sí, Manolo tiene ese punto de cercanía que conecta con el vestuario, ese estilo directo, sin florituras, que a veces hace falta cuando las cosas van mal. Pero si solo fuera eso, no estaríamos hablando de un Espanyol que ha sumado 23 puntos en la segunda vuelta, con tres victorias consecutivas, tres porterías a cero y un balance de 7-0 en los últimos tres partidos. Eso no lo consigue solo un ‘buen motivador’. Eso es trabajo táctico, orden, automatismos. Eso es fútbol, simple y llanamente.

Lo mejor de todo es que el equipo está empezando a mostrar, por fin, la idea que Manolo siempre tuvo en la cabeza, pero que durante mucho tiempo tuvo que guardar en el cajón porque el calendario apretaba y los puntos eran oxígeno. “Ahora el equipo se atreve con el balón”, repiten desde dentro. Y se nota. El Espanyol ya no solo compite, sino que también propone. Gusta. No se esconde.
Jugadores como Puado, que lleva toda la temporada a nivel top, o el recién llegado Roberto Fernández, que ha encajado como anillo al dedo, están haciendo que el equipo tenga pegada. Y cuando no marcan ellos, aparecen otros nombres o incluso algún central a balón parado. El gol está más repartido, y eso es síntoma de salud.

En defensa, la cosa también ha dado un giro tremendo. Con Omar, Kumbulla, Cabrera y Carlos Romero, el equipo ha ganado estabilidad, y eso se traduce en porterías a cero. Y si alguna vez algo se escapa… aparece el de siempre: “Sant Joan García”. El portero de Sallent sigue en modo muralla. Cada jornada deja una parada imposible, de esas que levantan al estadio.
Pero lo que más llama la atención es lo otro. Lo intangible. El feeling. Lo que transmite el equipo. No es solo que ganen. Es cómo. Con confianza, con hambre, con esa energía de que algo bueno está por llegar. ¿Y si ese “algo bueno” es Europa? Pues mira, el Espanyol está ahora mismo más cerca de los puestos europeos que del descenso (9). Y hay precedentes para soñar: la última vez que los pericos lograron 38 puntos en 31 jornadas, acabaron en Europa. Y la última vez que encadenaron tres triunfos seguidos fue en 2019. ¿Os suena? Temporada europea.

Eso sí, en el vestuario no se dejan imbuir por estas elucubraciones. Manolo, como siempre, pone el freno. “Hasta que no sea matemática, no podemos dar nada por hecho”, dicen desde dentro. Y tienen razón. En el fútbol, siete partidos son una eternidad. Pero también es cierto que ahora mismo, nadie quiere enfrentarse al Espanyol. Y eso, después de lo vivido, ya es un triunfo.
De la tormenta a la esperanza. De Segunda a Europa. El Espanyol no ha cambiado de entrenador. Ha cambiado de mentalidad. Y eso es gracias a Manolo González. Sin discursos grandilocuentes, sin titulares rimbombantes. A su manera. Paso a paso. Y con resultados.
¿Adiós descenso? Ya lo creo. ¿Hola Europa? Pues… ¿por qué no?
