El partido ante el Betis fue un golpe duro. De esos que duelen más por inesperados que por merecidos. El Espanyol lo tenía en la mano, con ventaja en el marcador y la sensación de que, por fin, había dado un paso al frente en el momento clave. Pero enfrente estaba el Betis, un equipo con calidad suficiente para cambiar un partido con solo una chispa. Y así fue. Lo que parecía encaminado acabó torciéndose, y la decepción se apoderó de una afición que ya se veía soñando con algo más que la permanencia.
Como suele ocurrir tras las derrotas que escuecen, no tardaron en llegar los señalamientos. Algunos nombres quedaron en el centro del debate. Entre ellos, Alex Král y Jofre Carreras. Dos jugadores cuya aportación reciente ha generado dudas, aunque quizá convenga preguntarse si el juicio hacia ellos está siendo del todo equilibrado.

Král, sin ir más lejos, ha pasado en pocas semanas de ser una pieza clave en el centro del campo a ocupar un papel secundario. Su arranque de temporada fue impecable: presencia, intensidad, y un despliegue físico constante. Hoy, sin embargo, su fútbol parece haber perdido chispa. Se le hace de noche en tres cuartos, se dice, como resumen de un bajón que nadie discute. Pero justo ahora que existe un acuerdo con el Union Berlín para que continúe —a la espera solo del visto bueno del propio jugador a nivel económico—, su rendimiento ha entrado en entredicho. Es comprensible que surjan preguntas, pero también es cierto que Král nunca ha dado señales de bajar su compromiso. Su actitud ha sido intachable, aunque los resultados no lo acompañen últimamente.

El caso de Jofre Carreras es todavía más delicado, por su carga emocional. Es un jugador de la casa, formado en el club, querido por la grada, y que lo ha dado todo en momentos personales inimaginablemente duros. Al principio de la temporada era indiscutible: vertical, atrevido, imprevisible. Pero con el paso de las jornadas, su rendimiento se ha vuelto más irregular, y eso ha abierto la puerta a Antoniu Roca, que le ha adelantado en la rotación. Se le critica su toma de decisiones, la falta de claridad en los metros finales. Y, en parte, con razón. Pero es importante no perder la perspectiva: Jofre ha participado en siete goles esta temporada. Tres tantos y cuatro asistencias. Su peso ofensivo está ahí. Y, lo más importante, nunca ha dejado de esforzarse. Corre, presiona, se entrega en cada jugada. Nadie puede cuestionar su implicación.
No se trata de negar la crítica. Es legítima. Y en un club como el Espanyol, que vive entre la exigencia y la necesidad, el margen para el error es muy estrecho. Pero sí conviene recordar que este equipo ha conseguido levantarse en medio de un contexto difícil, superando momentos muy complicados y devolviendo al aficionado una cierta esperanza. Quedan cuatro jornadas. Doce puntos. Y el equipo tiene siete de colchón. Estamos cerca de cerrar el objetivo. Muy cerca. No es momento de dramatizar, ni de caer en ajustes de cuentas prematuros.
Para Král y para Jofre, como para el resto, lo que viene ahora es una oportunidad. Cuatro partidos —Leganés, Barça, Osasuna y Las Palmas— para confirmar su compromiso, su nivel y su pertenencia. Lo tienen todo para reivindicarse. Y merecen, como mínimo, que se les mida con la misma vara con la que se mide el esfuerzo colectivo de este grupo, que ha sabido sobrevivir en una temporada de montaña rusa. Porque más allá de aciertos o errores, hay algo que no se puede discutir: estos jugadores se han vaciado. Y eso, en los tiempos que corren en este mundo del fútbol, no es poco.
