A veces, el fútbol te da la razón sin que la pidas. Y eso es lo que le pasó a Manolo González el fin de semana pasado, cuando su Espanyol peleó de tú a tú contra el Betis, rozó la victoria… y se quedó sin nada. Pero lo más llamativo posiblemente no pasó durante el partido, sino en la rueda de prensa previa. Porque ahí, sin rodeos ni tópicos, el técnico gallego hizo un discurso tan honesto como demoledor: “Debe haber inversión porque el valor del club al final también son los jugadores. Si tienes cedidos y haces un buen año no los vas a poder vender”.
Una reflexión que, dicho el día antes del partido, adquiere aún más fuerza cuando uno ve lo que ocurrió en el RCDE Stadium: el Espanyol compitiendo con lo justo, aguantando con esfuerzo, con orden y con fe… hasta que las piernas dijeron basta y el banquillo ya no dio para más. Manolo se vio obligado a quitar a sus titulares, a tirar de lo poco que tiene, y Pellegrini —con toda la artillería en la recámara— le dio la vuelta al marcador con dos chispazos de talento puro.
Mientras tanto, algunos aficionados empezaban a mirar a Manolo con lupa, como si fuera él el culpable del bajón final. Pero ojo: el verdadero milagro de esta temporada no ha sido no bajar, sino competir dignamente con una plantilla limitada al extremo, construida con préstamos y cesiones, con cero inversión en fichajes, mucha imaginación y sobre todo, un enorme trabajo.
El propio Manolo lo dejó clarísimo: “¿Si el año que viene la inversión es de cero euros qué vamos a vender? No podemos engañar a la gente”. Así, sin adornos ni florituras. Porque por mucho que se haya tirado del carro este año, el club no puede pensar que este modelo es sostenible. Que con cuatro cedidos, dos apuestas sin experiencia y una pizca de suerte se puede repetir cada año el truco.
Y ahí entra en escena Fran Garagarza, el otro gran protagonista en la sombra. Ya en el acto institucional de Sant Jordi, el director deportivo también habló claro. “Tenemos que empezar a pensar en dar un paso más. Si queremos algunos jugadores, debemos intentar que sean activos en propiedad”, avisó, en un mensaje que no iba dirigido al público ni a la prensa, sino a la propiedad del club. A Chen Yansheng.
Lo de Garagarza y Manolo es más que una buena relación. Es un tándem que funciona porque hablan el mismo idioma, y aunque al principio parecía que el técnico gallego solo venía para apagar fuegos, ya van más de 50 partidos al frente del primer equipo y una comunión con la afición que no se consigue firmando nombres rimbombantes. Se consigue siendo transparente, comprometido y valiente. Por eso, hoy por hoy, Manolo es más que un entrenador: es el símbolo de un Espanyol que quiere levantarse desde abajo, pero con dignidad y como reclamaba, con medios.
Y aquí es donde se activa la alerta. Porque como ayer decía en antena Francesc Via, el gran riesgo de este año es haber acertado. Haber dado con algunos fichajes a coste cero que han rendido por encima de lo esperado puede mandar el mensaje equivocado a quien tiene el mando. Que si se ha conseguido este año, se podrá repetir. Pero el fútbol no funciona así. Esto no es una ciencia exacta. Y sin inversión, no hay proyecto que aguante.
Ahora que el equipo está a las puertas de asegurar la permanencia, el balón pasa a los despachos. El dúo Garagarza-Manolo ha puesto los cimientos, pero necesitan respaldo. Porque si Chen Yansheng de verdad quiere algo más que sobrevivir en Primera, deberá pasar de las palabras a los hechos. Ya no vale con mirar desde China. Toca mojarse.
La afición del Espanyol, que ha sufrido demasiado en estos últimos años, merece un proyecto con futuro, no solo un presente aguantado con alfileres. Manolo y Garagarza han demostrado que saben lo que hacen. Pero no pueden seguir solos. Y como bien decía decíamos hace unos días, Chen, la pelota está en tu tejado. No la dejes botando.