La opinión de Robert Hernando sobre la necesaria continuidad de Javi Puado en el Espanyol.
¡Puado, quédate!
En aquellos años del viejo Sarriá, cuando el murmullo de la despedida de un jugador querido comenzaba a recorrer los pasillos de hormigón, el fondo de los Irreductibles gritaba a coro el nombre de ese futbolista seguido de un enérgico “¡Quédate!” para hacerle saber que, por más que el destino y las cosas del dinero lo llamaran, la afición blanquiazul siempre tendría un lugar para él en el corazón.
Esos momentos no solo eran símbolos de la pasión de los seguidores pericos, sino también de la conexión única entre un jugador y su gente. Hoy, esa misma sensación vuelve a flotar en el aire, y el nombre que resuena con más fuerza en la cabeza de los espanyolistas es el de Javi Puado, sabiendo que todos damos por hecho que, salvo que el nuevo Papa, León XIV, obre su primer milagro en Cornellà, Joan García será traspasado este verano. ¡Ojalá pudiese quedarse cedido! Pero hay que reconocer que es muy complicado: el equipo que se quede con los derechos de Joan lo hará para que juegue desde el minuto uno. Es simple, ahora mismo no hay ninguno mejor que él.
Puado es uno de esos canteranos del Espanyol que ha crecido dentro de los valores y la esencia del club. Lleva la camiseta blanquiazul con orgullo, y su capitanía no es solo un cargo, sino un reflejo de la identificación que tiene con la institución. Es difícil imaginarlo en otro sitio, porque en su mirada y en su actitud se percibe el compromiso con algo más que un contrato o un sueldo: con la camiseta de su vida. Un futbolista de los de antes, en un fútbol cada vez más mercantilizado.
Lo que diferencia a Puado de otros jugadores no solo es su dedicación al club, sino también su cabeza bien amueblada. Mientras muchos jugadores se limitan al campo, él está cursando estudios universitarios, algo poco común en un mundo que muchas veces descuida el desarrollo de la persona más allá de su faceta de deportista. Esa capacidad para mirar más allá de la pelota demuestra que Puado es un tipo que sabe lo que quiere en la vida, y lo que quiere encima del verde es seguir construyendo algo grande en el Espanyol.
Muchos tenemos la sensación de que la decisión de Puado sobre su futuro no depende exclusivamente de las ofertas económicas, sino de una cosa mucho más trascendental: el proyecto deportivo del club. Puado ha visto cómo, temporada tras temporada, el Espanyol ha luchado por la permanencia o como perros de presa por ascender, y es lógico que desee algo más que sobrevivir. “Los jugadores no quieren sufrir”, me dijo una vez un entrenador del primer equipo del RCDE con mucho criterio.
Javi, al igual que todos nosotros, anhela un Espanyol que aspire a más, que invierta en calidad y que tenga un futuro prometedor. Su corazón, al igual que el de los aficionados, late por un escudo que no esté destinado al sufrimiento de la mediocridad cada año. Esa es la clave de todo: el dinero puede seducir, pero el proyecto deportivo tiene que ser el que decida el futuro de Javi.
Puado, además, es un futbolista carismático. Es, sin duda, uno de los jugadores más guapos y con mejor imagen de la liga. Aun así, su atractivo no se limita al físico; su atractivo reside en su capacidad para conectar con la afición, en su entrega y en el liderazgo que ejerce desde el campo. Puado tiene todas las cualidades para convertirse en un mito del club, un referente como lo fueron Tamudo, Zamora, Marañón, N’Kono, Canito o Jarque. Si decide quedarse, no solo dejaría una huella en la historia, sino que se ganaría el cariño de varias generaciones de pericos que verían en él un ejemplo de lealtad y amor por los colores.
Con su renovación, el club tiene una oportunidad tremenda de lanzar un mensaje de ambición, de dejar de lado esa sensación de olvido y dejadez que todos tenemos respecto a la propiedad. No conseguir que el capitán se quede y que, además, se marche sin dejar dinero en caja sería un error garrafal en la gestión de Mister Chen y sus colaboradores. Otro más…
Hoy, como en aquellos días de Sarriá, hoy más que nunca, la afición grita: ¡Puado, quédate!
Robert Hernando
