La contracrónica del Espanyol – Barcelona, por Juan José Caseiro.
Los del relato
Te lo cuento yo, no esperes verlo o mencionado: todo empieza en el calentamiento, portería Prat. Los suplentes azulgranas deciden chutar a puerta, sin portero. ¿Dije puerta? Rectifico. Chutan. El destino: la gente que hay detrás. Un tiro tras otro. Especialmente Gavi, riendo en dirección a quienes podían recibir el balonazo. Así fue. Nadie lo dirá. Te contarán que es un chico, que hace todo con intensidad, lo que viene siendo sinónimo de falta de educación, concepto que cada uno mama desde casa.
Solo dos imposibles doblegaron a Joan y al resto del equipo, que trabajó con denuedo. Omar anuló a Rapinha y Kumbulla dio el palo a un Fermín que lo iba pidiendo a gritos antes de empezar el duelo. La primera roja del curso, casualmente, tuvo que ser en el momento más apropiado, por un braceo de Cabrera que al rival no le dejará ninguna secuela y si un buen teatro. El partidazo y toda la segunda vuelta de Romero, bien merecía premio en un día señalado.
La estajanovista presencia de Pol, se complementó con el ‘tempo’ de Expósito, dispuesto a devolver el buen fútbol que sabemos que tiene acumulado. Urko maldecirá la primera que erró del mismo modo que las que perdonó Puado o los duelos en velocidad que no se llevó Antoniu, ante defensas que no se parecen en nada, y extrañamente, a los de hace un año. Roberto, que tantas veces nos ha rescatado, era victima de agarrones y golpeos, pero la blanquiazul no influye, y lo sabemos, en los árbitros.
Milla hizo un regreso al pasado y jugó mejor que siempre. Se sumaron Cheddira, Jofre y Calero y aún con diez, hubo un momento que el campo entero se trasladó con ellos, buscando un punto que, sin salvarte del todo, ahora nos habría mejorado el ánimo.
Tocará defenderse. Del ninguneo habitual, al acoso inmediato. Empezarán hablando de violencia y aparecerán los peores términos para calificarnos. Desde la televisión pública a las instituciones, pasando por la radio, que ya empezó al salir del estadio. Saben hacerse las víctimas. Que si aspersores y demás mandangas, como si los hubiésemos inventado. Ellos llaman celebrar lo que en otros califican de provocar. Es la perversión de su lenguaje. El que permite palancas ficticias o inscripciones fuera de plazo. La de tantas cosas extrañas, que alguien llamó ‘villarato’ hace más de 30 años. Han comprado y ganado el relato. Borrón y a Pamplona, para conseguir el objetivo de volvernos a ver el próximo año. Aquí os esperamos.
Juan José Caseiro
