Hay algo profundamente preocupante en la deriva que toman los espacios públicos —y mediáticos— cada vez que el Espanyol y el FC Barcelona se enfrentan. No solo por lo que ocurre sobre el césped, que ya suele dejar suficiente material para el análisis, sino por lo que se genera alrededor. Porque algunos han encontrado en el derbi la excusa perfecta para proyectar sus frustraciones, blanquear su historial o recuperar una relevancia mediática que hace tiempo dejaron de tener por méritos propios.
Uno de los casos más flagrantes es el de Marc Crosas, ex futbolista cuya carrera profesional no pasó de discreta y cuyo discurso en redes parece escrito más desde el resentimiento que desde la reflexión. Tras la celebración liguera del Barça en el RCDE Stadium, Crosas lanzó un mensaje tan agresivo como irresponsable:
“Hace 3 semanas aficiones de Madrid y Barça convivieron y disfrutaron de un partido espectacular y de rivalidad máxima sin ningún tipo de incidente en la Cartuja. Tenían que aparecer estos acomplejados para que el mejor equipo de la Liga no pueda celebrar en el campo el título que acaba de conseguir. Asco y más asco aún que lo permitan”
Lejos de parar ahí, añadió:
“Pero es algo normal para ellos. Desde que tienes 10 años y con el fútbol base vas a jugar a su Ciudad Deportiva, ese es el trato que recibes. Por eso aún sabe mejor, ganarlo en su casa y con tanta gente de casa”
Ese tono altivo, lleno de desprecio gratuito, no aporta nada más allá de un intento de provocar. Es una reflexión vacía, que obvia deliberadamente el contexto de tensión acumulada y que criminaliza a toda una afición por no plegarse a una celebración ajena, forzada y —por qué no decirlo— innecesariamente provocadora.
En esa misma línea aparece Gerard Piqué, quien ha encontrado en la red social X el escenario ideal para continuar con su personaje. Tras la expulsión de Leandro Cabrera por una acción muy discutida con Lamine Yamal, el técnico del Espanyol, Manolo González, lamentó en rueda de prensa:
“La situación de la expulsión es un golpe que para caerte al suelo así… Lo tienes que hacer bien. Al otro lado de la Diagonal el tema del teatro lo llevan bastante bien. Les soplas y se caen rápido. Nos estamos cargando el fútbol”
Y Piqué, en su línea habitual, respondió con una burla:
“¿A la otra banda de la Diagonal? 😂 Perdona, pero hace años que os fuisteis de la ciudad. Barcelona es blaugrana. Un fuerte abrazo”
Conviene recordar que este mismo Piqué, hace apenas unos meses, comparecía visiblemente afectado ante la jueza que investiga el caso relacionado con sus negocios futbolísticos. No es precisamente la autoridad moral más indicada para pontificar sobre identidad o rivalidad.
Finalmente, reaparece Xavier Sala-i-Martín, una figura acostumbrada a opinar de todo, aunque no siempre con el rigor que cabría esperar de alguien que se presenta como economista de prestigio. En plena resaca del derbi, afirmaba:
“Es una vergüenza que un equipo no pueda celebrar la liga porque hay seguidores del otro equipo que amenazan con violencia. Bajarse los pantalones ante los violentos solo incita a más violencia. Hacen falta sanciones ejemplares”
Un discurso que criminaliza a todo un colectivo sin matices, sin pruebas, sin la más mínima intención de comprender la realidad sobre el terreno. Las palabras de Sala-i-Martín omiten cualquier referencia a las provocaciones del Barça, a la falta de empatía institucional tras un atropello grave en los aledaños del estadio y a la tensión que ellos mismos contribuyen a alimentar con declaraciones incendiarias.
Desde este medio, nos vemos en la obligación de hacer una autocrítica necesaria. Porque es evidente que, en ocasiones, hacernos eco de voces como las de Crosas, Piqué o Sala-i-Martín es un ejercico que no merece la pena, en tanto que amplifica la voz de personajes que no merecen atención ni son una autoridad en ninguna faceta, ni personal ni profesional.
Es momento de reflexionar seriamente sobre qué tipo de discursos estamos ayudando a perpetuar. Y de valorar si estos personajes, con trayectorias tan cuestionables como las opiniones que vierten, merecen el altavoz que en ocasiones les damos. Porque lo que está en juego no es solo el prestigio de un club como el Espanyol, sino el nivel del propio debate público.
