El espanyolismo afronta este sábado una cita que da vértigo solo con pensarlo. La UD Las Palmas visita el RCDE Stadium en una última jornada de infarto, con la permanencia en juego y el Leganés pisándole los talones a los de Manolo González. Pero si hay algo que la historia reciente nos ha enseñado, es que cuando el Espanyol se lo juega todo en casa y con su gente, responde. No siempre ha sido fácil. De hecho, nunca lo ha sido. Pero hay precedentes que invitan a la esperanza. Y que demuestran que el corazón perico sabe latir fuerte cuando toca jugársela.
2004: El susto, el torero y la permanencia con firma de Tamudo y Lopo
Era 23 de mayo de 2004. Estadio Olímpico de Montjuïc. El Espanyol recibía al Real Murcia, ya descendido, en la última jornada de Liga. La victoria aseguraba la permanencia, pero el miedo pesaba como una losa. En el descanso, los rostros en la grada hablaban por sí solos: tensión, angustia, pánico. Y eso que el escenario era favorable. Una gamberra cacerolada la noche anterior en el hotel del rival parecía presagiar una jornada de fiesta. Pero ni por esas. Hubo que sufrir.
Finalmente, la calma llegó en la segunda mitad. Tras el susto de una pelota estrellada en el larguero por un joven Luis García, Tamudo primero y Lopo después sentenciaron el partido con dos goles que sellaban la salvación.
El pitido final fue la explosión. Luis Fernández, entrenador en aquel momento, se quitó la camisa y la ondeó como un torero en plena faena. El césped fue invadido por una afición que necesitaba respirar. Y Joan Collet, entonces consejero, cumplió la promesa de raparse la cabeza si el equipo se salvaba. Días que marcan una identidad.
2006: El gol de Coro, el minuto 91 que cambió la historia
“¿Os suena esta camiseta? Temporada 2005-06, es la que lucíamos el día del gol de Coro”, decía esta martes nuestro compañero César Santos en La Grada Ràdio, con la camiseta de Fredson puesta. Y cómo no iba a sonarnos. Aquel 13 de mayo de 2006, el Espanyol se jugaba la vida ante una Real Sociedad que, igual que Las Palmas este sábado, llegaba sin jugarse nada. Aunque los pericos dependían de sí mismos, el 1-0 de Bodipo para el Alavés, en el 78’ de su encuentro, a la misma hora, descendía a los pericos. Había que ganar. Pero el gol no llegaba… hasta el 91.
Ferran Corominas, que había entrado como revulsivo, cazó un balón en el área enviado por el inolvidable Dani Jarque y desató la locura. El 1-0 nos salvaba del descenso y, probablemente, de algo más grave: una caída institucional cuando el club construía su nuevo estadio y peleaba contra muchas sombras. Coro no solo marcó un gol. Escribió una de las páginas más emocionantes de nuestra historia.
2024: El ascenso frente al Oviedo, una noche que lo cambió todo
No hace falta irse muy atrás para encontrar otro partido que lo resumía todo: angustia, fe, entrega y final feliz. El 23 de junio de 2024, el Espanyol recibía al Real Oviedo en el partido de vuelta del playoff de ascenso. Había que remontar el 1-0 del Tartiere. Y se hizo con carácter, con fútbol y con goles de Puado justo antes del descanso. Un doblete que ponía al Espanyol de nuevo en Primera y que devolvía la esperanza a una afición castigada.
Aquel partido también fue una final. Y también se resolvió en casa, con la grada rugiendo, el equipo enchufado y Joan García salvando el empate en el 90’ con una parada que valía medio ascenso. Fue una noche de comunión total. Y el mejor ejemplo de que, cuando la afición empuja, el Espanyol responde.
Ahora toca hacerlo otra vez. En 2004, en 2006, en 2024… y, si todo va bien, en 2025. Porque si algo ha demostrado este club es que, por muy mal que pinte todo, en casa y con su gente, el Espanyol acostumbra a sacarlo adelante. El sábado no solo se juega una salvación. Se juega seguir creyendo en esa historia.
