No ha dado tiempo ni a sonreír. El espanyolismo, que hace apenas unos días respiraba aliviado tras sellar una permanencia sufrida ante la UD Las Palmas, se ha topado de bruces con una nueva puñalada. Y no es una cualquiera: viene de quien presume de no mirarte ni de reojo, pero que queda demostrado no puede dejar de hacerlo. El FC Barcelona, en una jugada calculada al milímetro, ha vuelto a comportarse como ese abusón que primero te ignora, luego te humilla y después, si puede, te pisa la cabeza. Y todo con una sonrisa de superioridad moral.
El fichaje de Joan García por el Barça no es solo una operación de mercado. Es el desenlace de una campaña perfectamente orquestada en la que se ha movilizado toda la maquinaria mediática al servicio del club blaugrana. JAC, veterano periodista conocedor de cómo se mueven las cosas en este mundillo, lo dijo claro en nuestra tertulia del miércoles: “Antes funcionaban los sobres para comprar voluntades, ahora ya ni eso hace falta. El barcelonismo lo impregna todo”. Y tiene razón. Ya no es solo que medios de comunicación, periodistas y opinadores sigan el relato culé. Es que lo hacen encantados. Unos porque creen realmente que todo lo que sea Barça es bueno. Y otros porque saben que si no se alinean, se les acabó el chollo.
Durante días, lo que se ha vivido en la prensa catalana ha sido un intento constante de convencer a la afición perica de que debía aceptar con normalidad que su jugador más emblemático se fuese al eterno rival. Que era lo lógico. Que era “un salto de calidad”. Que había que entenderlo. Y si no lo hacías, eras poco menos que un fanático vengativo, resentido o directamente, un elemento violento.
Se ha generado un ambiente irrespirable, donde el aficionado del Espanyol ha vuelto a ser la víctima, aunque haya sido tratado como culpable. En redes sociales se ha cruzado la línea de lo tolerable. Lo que se ha visto estos días no es otra cosa que acoso puro y duro. Se han dicho auténticas barbaridades. Se ha intentado criminalizar a una afición que mayoritariamente lo único que ha hecho es defender su dignidad y exigir respeto.
Y mientras tanto, el Barça, como siempre, quedando como el “salvador”. Ese club que “rescata” a un jugador de un entorno supuestamente tóxico para llevarlo al paraíso. A Joan, de golpe, ya no se le ve como ese portero de carácter, nacido y criado en el Espanyol. Ahora ya ha adquirido la condición de buen catalán porque ha elegido el bando correcto. Porque ha decidido cambiar de acera y colocarse al servicio de la causa culé. No hace falta decir más, como diría Schuster.
Por si fuera poco, desde Madrid también han querido meter la cuchara. Algunos medios han deslizado que si Joan quería tener opciones de ir a la selección, tenía que fichar por el Barça. Una presión encubierta. Una amenaza velada. Y como guinda del pastel, Luis de la Fuente deja fuera al meta perico en la última convocatoria. ¿Casualidad? Que cada uno saque sus conclusiones. Pero lo que está claro es que eso facilitaba un menor coste de la cláusula. Menudo favor para el Barça desde la Federación.
Y encima, la prensa espanyolista también ha salido trasquilada. Cuando dijimos que Joan había asegurado en el vestuario que no iría al Barça, nos llamaron mentirosos. Pero esa información está contrastada, con fuentes directas. Aun así, parte del propio espanyolismo ha empezado a señalar a todos sus medios de referencia, cayendo en la trampa que otros han tendido.
Así que aquí estamos. Joan se va. Sus agentes se forran. El Barça vuelve a salirse con la suya. Y el Espanyol, otra vez, a aguantar el chaparrón. Nos quedan los 25 millones. Pero ni eso compensa el dolor de ver cómo se vuelve a pisotear al club, a sus valores y a una afición que no se merece este trato.
Porque lo que ha pasado no es solo un traspaso. Es un síntoma de cómo el fútbol catalán está cada vez más contaminado por un pensamiento único que deja poco espacio a la pluralidad, al respeto o a la simple convivencia. Y de cómo, en ese escenario, el Espanyol sigue siendo el blanco favorito. Por historia, por orgullo y por no rendirse nunca. Aunque eso moleste. Aunque eso escueza. Aunque eso, por lo visto, no se perdone.
