La salida de Joan García del RCD Espanyol en dirección al FC Barcelona no puede entenderse únicamente desde una óptica económica o contractual. El trasfondo de esta operación, dolorosa y simbólicamente devastadora para el espanyolismo, incluye elementos de mayor calado que han influido decisivamente en la voluntad del futbolista. Entre ellos, destaca una razón que ha ido ganando peso en las últimas semanas y que explica, en buena medida, el desenlace final: la convicción, alimentada por su entorno, de que el camino más directo hacia la selección española pasa por vestir la camiseta del Barça.
Joan nunca ha escondido su deseo de llegar a la absoluta. Lo ha manifestado públicamente, y quienes le conocen de cerca saben que defender la portería de la Roja es uno de los grandes objetivos de su carrera. Esta legítima ambición se ha convertido, sin embargo, en un instrumento clave dentro de una estrategia cuidadosamente diseñada para convencerle de que abandonar el Espanyol era no solo conveniente, sino necesario.
A nadie se le escapa que el entorno del jugador ha insistido en una idea muy concreta: que solo desde un escaparate de primer nivel como el FC Barcelona tendrá opciones reales de recibir la llamada de Luis de la Fuente. Una teoría que se ha visto reforzada en los últimos días con un movimiento que, cuanto menos, resulta significativo. El seleccionador, que optó por no incluir a Joan en la lista para la final four de la UEFA Nations League —apelando a la continuidad de los porteros habituales (Unai Simón, David Raya y Álex Remiro)— ha dejado entrever en círculos privados que contempla seriamente su incorporación a la próxima convocatoria. Una decisión que, de materializarse, se produciría cuando Joan ya no forme parte del Espanyol y, por tanto, cuando su cláusula de rescisión no pueda verse afectada.
Este detalle no es menor. Si Joan García hubiese sido convocado en la anterior lista de la selección, su cláusula habría aumentado en cinco millones de euros, lo que habría encarecido notablemente la operación para el club interesado en su fichaje. La no convocatoria permitió mantener el precio actual, facilitando así la maniobra del FC Barcelona. Es difícil no ver una coincidencia calculada en este movimiento.
Medios madrileños de amplia difusión se han hecho eco en los últimos días de estas intenciones del seleccionador, generando aún más presión sobre un jugador joven que, en mitad de un contexto de alta tensión mediática, ha terminado convencido de que el salto al Barça es el paso lógico para alcanzar su gran sueño internacional.
Lo que queda sobre la mesa es una sensación amarga: la de que se ha instrumentalizado una aspiración personal legítima para encaminar a un futbolista hacia una decisión que, de otro modo, quizás no habría tomado. Joan García se va del Espanyol por la vía más dolorosa posible, y lo hace empujado por un relato en el que el acceso a la selección ha sido utilizado como argumento definitivo. Un relato que no solo debilita al Espanyol, sino que deja en evidencia cómo ciertas estructuras del fútbol actual operan sin el más mínimo respeto por los proyectos deportivos que se construyen desde la honestidad y el esfuerzo.

