La reciente comparecencia de Rosa Romà, presidenta de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals (CCMA), ante la Comisión de Control del Parlament de Catalunya ha reabierto un debate de fondo sobre los límites del discurso permitido en los medios públicos. Según publica el medio El Triangle, Romà defendió que determinadas expresiones hechos por profesionales y colaboradores de TV3 y Catalunya Ràdio -incluyendo el insulto “puta España” y comentarios ofensivos hacia el RCD Espanyol tipo “hoy solo ha caído eliminado de la Copa el Espanyol, pero vayamos con cuidado porque mañana podría ser un equipo catalán” o “ahora no empecemos a demonizar las bengalas. También se pueden utilizar para buenas causas, como matar niños del Espanyol“- están amparadas por el Llibre d’Estil de esta entidad.
Durante la sesión, celebrada el pasado 30 de mayo, la presidenta fue interpelada por los diputados Cristian Escribano (PP) y María Elisa García (Vox), quienes cuestionaron la permisividad de la corporación ante declaraciones realizadas por comunicadores como Jair Domínguez y Magí García, colaboradores habituales de programas como Està passant, El Búnquer o Tot torna. Entre los ejemplos citados se encuentran expresiones de alto contenido vejatorio, como:
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“Lo primero que debería hacer el Espanyol para dejar de ser despreciado es cambiarse el nombre de mierda que tiene”
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“Hoy solo ha caído eliminado de la Copa el Espanyol, pero vayamos con cuidado porque mañana podría ser un equipo catalán”
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“Ahora no empecemos a demonizar las bengalas. También se pueden utilizar para buenas causas, como matar niños del Espanyol”
Escribano acusó a los autores de los insultos al club blanquiazul de faltar a una gran parte de la sociedad catalana y pidió a Romà que pusiera fin a su hooliganismo. García le preguntó si su reacción ante los improperios era mirar hacia otro lado o simplemente, reírles las supuestas gracias.
Frente a estas acusaciones, Romà sostuvo que “nuestros profesionales y los que trabajan con nosotros a través de productoras deben cumplir escrupulosamente el Libro de Estilo”, añadiendo que las posibles desviaciones se abordan mediante advertencias internas a los responsables editoriales y seguimiento por parte de una comisión específica. No obstante, sus declaraciones no ofrecieron una condena explícita hacia el contenido de los mensajes, ni anunciaron sanciones o medidas concretas contra los autores de los mismos.
En concreto, la respuesta de Romà a Escribano fue: “Los profesionales no pueden hacer manifestaciones que puedan comprometer la neutralidad de la CCMA y sus medios. De hecho, nosotros no preguntamos a los profesionales que se incorporan a nuestros medios de qué partido son y cuál es su ideología. Sí les pedimos neutralidad y hay una comisión de seguimiento del Libro de Estilo. Cuando ha habido algún caso, la comisión hace una advertencia al responsable editorial al que pertenece aquel profesional para que tome medidas para solucionarlo y no se repita. Vamos en contra de los discursos de odio y tenemos una inmensa responsabilidad. El Plan de diversidad hace énfasis en estos aspectos y el Libro de Estilo también”, aseguró Romà.
A la diputada de Vox no le respondió si mira hacia otro lado o ríe las gracias de Jair Domínguez o Magí García. Le dijo: “Reiteramos que nuestros profesionales y los que trabajan con nosotros a través de productoras deben cumplir escrupulosamente el Libro de Estilo. Hace seguimiento de ello la comisión de la CCMA que sigue el Libro de Estilo, el Consejo del Audiovisual de Catalunya (CAC)y esta comisión de control”. Más allá de apelar a los protocolos internos, Romà defendió el modelo de gestión de la CCMA destacando los buenos resultados de audiencia y la valoración ciudadana: “Nuestros resultados tanto de audiencia como de valoración de la ciudadanía avalan el interés general y el servicio público que prestamos”, subrayó.
El Triangle señala en su artículo que, según lo expuesto por la presidenta, el contenido de estos programas no solo no vulnera los estándares editoriales de la CCMA, sino que se considera legítimo dentro del marco de pluralismo que la corporación proclama aplicar.
La ausencia de autocrítica institucional y la falta de voluntad para abordar los límites del discurso resultan especialmente preocupantes; para el entorno perico, estas expresiones no representan simples excesos verbales, sino ataques reiterados a su identidad y a su afición. La normalización de este tipo de comentarios por profesionales habituales en los medios de comunicación públicos contribuye a una estigmatización injustificada y a un clima de hostilidad impropio de una sociedad plural.
La conclusión que plantea El Triangle es clara y contundente, a la vez que triste: si algún día desaparecen este tipo de mensajes de los medios públicos catalanes, no será gracias a la vigilancia del CAC ni al rigor de la CCMA, sino al cierre de los espacios en los que se permiten y reproducen con total impunidad. Hasta entonces, seguirán amparados por un Libro de Estilo que, lejos de limitar el discurso del odio, parece ofrecerle cobijo institucional.
