Tras la dolorosa salida de Joan García rumbo al FC Barcelona, muchas voces del entorno perico han abierto un melón que hasta ahora parecía intocable: ¿puede un club como el Espanyol blindar a sus jugadores con cláusulas distintas según el club comprador? ¿Es posible, por ejemplo, que la cláusula de rescisión sea más alta si el que viene a buscar al futbolista es el Barça, y más accesible si se trata de otro destino?
La respuesta, como casi todo en derecho deportivo, no es blanca ni negra. A nivel teórico y legal, las cláusulas de rescisión deben ser iguales para todos los clubes, ya que la legislación laboral española —y los principios de libre competencia— impiden introducir restricciones arbitrarias o discriminatorias en los contratos. Eso sí, una cosa es la teoría… y otra lo que pasa en la práctica.
Y es aquí donde el asunto se vuelve interesante. Porque aunque se asuma que un blindaje «a la carta» puede no tener recorrido legal y puede ser llevado a la justicia, hay ejemplos recientes de clubes que han encontrado fórmulas para aplicar este tipo de diferencias de forma encubierta o, al menos, con cierta ambigüedad contractual.
Athletic Club y Real Sociedad, sin ir más lejos, llevan años recurriendo a mecanismos que, de forma más o menos velada, dificultan el trasvase de sus futbolistas, dada la histórica rivalidad entre ambos que ha traspasado a menudo los límites de lo deportivo. Aunque no trascienden cláusulas públicas con excepciones por club, lo cierto es que la presión institucional, las cláusulas elevadas pactadas internamente y ciertos acuerdos no escritos funcionan como freno disuasorio real. El resultado: salvo casos emblemáticos como los de Íñigo Martínez y Gorka Elustondo, apenas ha habido movimientos directos entre ambos equipos.
Y en los últimos meses, el FC Barcelona ha adoptado una línea similar, aunque con su propio matiz. En las últimas renovaciones, el club azulgrana ha dejado de hacer públicas las cifras exactas de las cláusulas de rescisión. Un caso muy llamativo es el de Ronald Araujo, cuyo contrato generó todo tipo de versiones: desde una cláusula de salida por 65 millones, hasta otra de 70 millones durante solo diez días en julio de 2025, que luego volvería a dispararse hasta los 1.000 millones.
Pero lo realmente revelador lo aportó el periodista Miguel Rico en Tot Costa de Catalunya Ràdio: según su información, la cláusula de Araujo no es la misma para todos los clubes. Para equipos como el Real Madrid, Bayern, PSG o Manchester City, la cláusula se mantendría muy elevada (entre 300 y 400 millones), mientras que clubes de ligas menos competitivas o menos directos a nivel deportivo sí podrían acceder al jugador por cantidades mucho más bajas. En resumen, el Barça estaría segmentando cláusulas en función del comprador, aunque sin dejarlo por escrito de forma explícita en comunicados públicos.
Este tipo de fórmulas, que pueden plantear algunas dudas a nivel de legalidad, no son nuevas en el fútbol de élite. Y aunque en clubes como el Espanyol puedan percibirse como de dificil aplicación, abren la puerta a una reflexión que ya no es solo emocional, sino estratégica y jurídica. Si otros clubes lo están haciendo, ¿por qué no podría la entidad perica explorar fórmulas similares que protejan sus intereses, al menos ante rivales con los que compite directamente o que suponen un daño institucional profundo?
También existen otras vías de blindarse y evitar que se repitan casos como el de Joan: puede que la solución no sea imponer cláusulas “anti Barça” con nombres y apellidos, pero sí trabajar desde la base en contratos más completos, bien asesorados y con estructuras que dificulten determinadas salidas. Además de valorar mejor a sus activos, y esto no cuesta dinero, ha de inculcar a los chicos desde pequeños el sentimiento de orgullo de pertenecer al RCDE para que nadie quiera marcharse al eterno rival.
El caso de Joan ha dolido, y mucho, pero puede marcar un antes y un después en cómo el club gestiona la continuidad y el blindaje de sus talentos. En el fútbol actual, no basta con querer retener. Hay que saber cómo. Y eso también se juega en los despachos.
