Mientras el FC Barcelona sigue sudando tinta para hallar fórmulas financieras para pagar la cláusula de rescisión de Joan García —25 millones más el IPC que probablemente vendrán de una línea de crédito en la que trabajan los hombres de Laporta—, el club azulgrana ya ha cerrado de forma silenciosa otra operación que duele especialmente en el entorno del Espanyol: la marcha de Minguk Lee y Daehan Lee, gemelos coreanos que se formaban desde hace siete temporadas en la Ciudad Deportiva Dani Jarque y que ahora dan el salto a la cantera azulgrana.
No es la primera vez que ocurre ni será la última. El Barça, en paralelo a sus dificultades para cuadrar el fair play en su primer equipo, mantiene una estrategia muy activa en la captación de talento ajeno para reforzar sus equipos base. Y la cantera del Espanyol, por proximidad y por nivel, vuelve a ser el objetivo.
Dos trayectorias impecables en clave blanquiazul
Tanto Minguk como Daehan han sido referentes en sus equipos durante los últimos años. Llegaron al Espanyol siendo unos niños y han completado una trayectoria sólida y ascendente. Ambos han vestido la camiseta blanquiazul durante siete temporadas, lo que no es poco. En todo este tiempo han ido creciendo, superando etapas formativas y destacando por sus condiciones futbolísticas.
Minguk, lateral derecho, es un perfil muy cotizado en el fútbol moderno: rápido, fuerte, técnico y con capacidad para sumar en ataque gracias a su buen centro desde la banda. Daehan, que comenzó su andadura como lateral en fútbol-7, ha evolucionado hacia posiciones más ofensivas. En los últimos cursos ha actuado como extremo, aportando profundidad, sacrificio defensivo y lectura táctica.
Una apuesta largamente perseguida por el Barça
El club azulgrana ya llevaba tiempo siguiendo de cerca a los hermanos Lee. Según diversas informaciones, no es la primera vez que intentaban su incorporación, aunque ha sido este verano cuando finalmente han logrado cerrar la operación. Lo han hecho aprovechando que el Espanyol, pese a tenerlos como jugadores diferenciales en sus respectivas categorías, no ha podido o sabido retenerlos.
Este tipo de movimientos no suele generar grandes titulares, pero tienen un impacto profundo en el modelo de formación de un club como el Espanyol, que dedica años de trabajo, recursos y seguimiento a desarrollar a sus jóvenes. Ver cómo se marchan justo cuando comienzan a dar el salto a categorías determinantes genera una mezcla de frustración y resignación.
La salida de este tipo de futbolistas representa una pérdida de talento tangible, pero también de identidad y de apuesta por el futuro. Son jugadores que podrían haber tenido recorrido en el primer equipo si las condiciones hubieran acompañado. Pero, una vez más, otro club se aprovecha de ese trabajo previo.
En un momento en el que el Espanyol trata de reconstruir su proyecto deportivo, también desde la base, resulta urgente establecer mecanismos que ayuden a proteger el talento propio. No se trata solo de competir con mejores contratos o promesas deportivas, sino de generar un entorno donde los jugadores y sus familias vean que vale la pena quedarse. Los Lee ya no vestirán de blanquiazul. Pero su marcha vuelve a poner el foco sobre una realidad que el espanyolismo conoce demasiado bien: formar para que otros recojan los frutos no puede ser la norma.
