Se acabó la espera. Salvo un nuevo giro de guion -que tratándose del Barça y sus líos económicos nunca se puede descartar-, este miércoles será, por fin, el ‘Día Joan García’. Un día marcado en rojo para todos en el Espanyol, pero no por ilusión, sino por una profunda sensación de decepción. El portero de Sallent, que ha pasado con su decisión de héroe a villano para el entorno perico, hará oficial su fichaje por el eterno rival, el FC Barcelona, cerrando así una de las operaciones más dolorosas que se recuerdan por estos lares, si no a nivel económico sentimental.
El traspaso se cerró hace días con el pago de su cláusula de rescisión: 25 millones más el ajuste por el IPC, hasta los 26,34 millones de euros. El Espanyol ya recibió la confirmación de LaLiga y Rastar lo comunicó a sus accionistas. Pero hasta ahora, el anuncio oficial se había retrasado por temas de agenda, vacaciones y un pequeño atasco burocrático: Joan debía firmar un poder notarial para que sus abogados —los de Niagara Sports— pudieran terminar de gestionar su fichaje.
Ahora que todo parece desbloqueado, el exguardameta perico dirá adiós con un mensaje en redes sociales. Nada de rueda de prensa, ni entrevistas, ni cara a cara. Solo un comunicado filtrado, probablemente sin opción de comentarios para esquivar las reacciones —que se intuye, no hubiesen sido precisamente amables— de una afición herida. Una afición que ha pasado en muy poco tiempo de idolatrarlo a considerarlo, directamente, un traidor.
“Estoy muy contento de haber vuelto de vacaciones”
El martes, recién llegado de sus días de descanso en las Azores, Joan fue interceptado en el aeropuerto por Jijantes. Solo soltó una frase de compromiso: “Estoy muy contento de haber vuelto de vacaciones, me lo he pasado muy bien. Ya estoy aquí en casa.” Nadie habría imaginado hace apenas unos meses que esa “casa” a la que se refería era ahora el Camp Nou.
El Barça, según la hoja de ruta, hará público el fichaje este mismo miércoles. Joan firmará por seis temporadas, hasta junio de 2031, con un sueldo estimado de unos tres millones de euros por curso. No se hablará ni de cláusula ni de condiciones. La presentación será sobria, sin prensa. Solo Joan Laporta posando con el nuevo fichaje, en una imagen que muchos pericos preferirán no ver. Una escena impensable hace solo unos meses y que se convertirá, para muchos, en símbolo de ruptura definitiva. No habrá ni acto multitudinario, ni rueda de prensa ni preguntas de los medios, algo que el presidente azulgrana evita desde hace años para no ser preguntada por las muchas sombras negras de su gestión ni por los problemas con el fair play financiero; esa es la nueva casa a la que Joan ha escogido ir; bastante lamentable…
Y ahora, el ‘pero’ de Tebas
Eso sí, la historia aún no está del todo cerrada, al menos para Joan y su nuevo club. Porque aunque el Barça haya pagado, la inscripción en LaLiga todavía no está garantizada. Javier Tebas lo dejó claro este martes: “Una cosa es que lo haga oficial y otra que lo pueda inscribir.” El presidente de LaLiga recordó que el club blaugrana sigue fuera de la regla 1:1 y que deberá hacer “ciertos movimientos” para poder registrar a Joan. Lo mismo, por cierto, que podría suceder con otras operaciones en marcha como la de Nico Williams.
Tebas fue muy explícito: “Ahora mismo no pueden. Tienen que hacer cosas, no muchísimas, pero saben qué tienen que hacer. No lo voy a decir.” Un aviso que en cualquier otro contexto podría sonar a trámite, pero que con el historial reciente del Barça, no se puede pasar por alto.
El final de una etapa… sin romanticismo
Joan García, que salvó puntos y esperanzas en una temporada de absoluta supervivencia, se marcha por la puerta de atrás al rival directo, al que simboliza todo lo que el Espanyol no es ni quiere ser.
Cuando publique su mensaje —si finalmente lo hace— ya será tarde para redimirse. No se trata solo de fútbol. Es una cuestión de orgullo, de identidad, de entender que hay decisiones que no se perdonan fácilmente. Y el Espanyol, una vez más, se queda con la lección: el romanticismo no paga cláusulas. Pero al menos esta vez, las cobra.




