El terremoto emocional que ha sacudido al Espanyol con la marcha de Joan García al FC Barcelona aún deja réplicas. Lejos de calmar los ánimos, el comunicado del jugador y la frialdad institucional con la que se ha gestionado su adiós han servido para profundizar una sensación de traición que va mucho más allá de una simple operación de mercado. No se trata solo de una venta millonaria -26,3 millones de euros ingresados por la cláusula-, sino del simbolismo de perder a un futbolista criado en la Dani Jarque, que besó el escudo en público, y que ha acabado firmando con el club que representa, para buena parte del espanyolismo, lo contrario a sus valores y a su identidad.

Joan García, que apenas unos meses atrás se mostraba como un emblema del sentimiento perico, decidió despedirse del club con un vídeo breve, acompañado de música emotiva, pero frío en el fondo. Y sobre todo, inoportuno en la forma. Su decisión de esconder en el fondo de un carrusel la icónica fotografía besando el escudo del Espanyol fue interpretada como una falta de respeto definitiva por parte de muchos aficionados, que entendieron ese gesto como la confirmación de que el portero había decidido romper todos los lazos con el club que lo formó. Un intento de “limpiar” su imagen de cualquier rastro blanquiazul minutos antes de vestir la camiseta azulgrana, aunque sin duda la misma, como ese vídeo en que se mofaba y conminaba a un aficionado a no ser culé, le acompañarán para siempre.

La despedida oficial del club no ayudó a cambiar el guion. Lejos de emitir un mensaje cálido o institucionalmente agradecido, el Espanyol optó por un texto breve y aséptico. Nada de vídeos, imágenes emotivas o palabras de cariño. Y no fue casual. El malestar dentro de la entidad es real, ya que se considera que Joan García y su entorno no actuaron con transparencia. La dirección deportiva confiaba en que el jugador priorizaría una salida a la Premier League, como así había asegurado el propio futbolista en conversaciones internas. El desenlace, con destino final en el Camp Nou, cayó como una bofetada inesperada y entre los engañados estuvo un Manolo González al cual también condujo al error, asegurándole que su destino sería Inglaterra; por cierto, lamentable que en su vídeo no hubiese un recordatorio para el hombre que cambió su vida, y que puso la mano por él… para acabar viendo como faltaba a la palabra dada. De hecho, también evitó hacer la más mínima mención al que durante tantos años reivindicó su capacidad para dar el salto al primer equipo, Tommy N’kono… bastante triste en una despedida tan fríamente calculada.

Mientras tanto, el Barça ha activado su habitual maquinaria mediática. Pese a que la presentación oficial no se producirá hasta este viernes -y será un acto privado, sin presencia de medios-, desde la tienda del club ya han empezado a difundirse vídeos promocionales vinculando a Joan con el relato identitario azulgrana. El lema utilizado, “Producte català, qualitat Barça”, ha sido recibido con estupor en clave perica. Un mensaje que, para muchos, termina de sellar la apropiación simbólica de un talento formado en el Espanyol, convertido ahora en embajador del proyecto culé. Mención aparte merece esa frase en el comunicado culé mostrando su convicción en que Joan entrará en las próximas convocatorias con España, ya como culé. Posiblemente, sepan cosas de voz de la RFEF y de Luis de la Fuente que el resto de mortales desconocen… aunque sospechan. Nuevamente, la Federación echa un capote al club azulgrana, esta vez de los caros: de cinco millones de euros, los que se ahorran las arcas culés por la no cita del de Sallent a la última cita internacional de la Roja.

El silencio de Joan Laporta en su comparecencia de ayer ante el Senat blaugrana, evitando cualquier mención al fichaje, y su decisión de no enfrentarse a la prensa, como viene siendo habitual desde hace dos años, ha añadido más tensión al contexto. En lugar de una presentación pública con preguntas y respuestas, se repetirá la escenografía de siempre: el presidente posando sonriente con su nuevo fichaje, sin ofrecer explicaciones sobre cuestiones tan relevantes como el ajuste al fair play financiero de LaLiga. El de Sallent firmará su contrato este viernes, cuando será presentado en un acto privado: el meta acudirá a las oficinas del club en el Spotify Camp Nou acompañado por su representante, Juanma López, y su familia, y allí firmará el contrato junto a Laporta y al director deportivo azulgrana, Deco. Posteriormente, hará sus primeras declaraciones como jugador barcelonista a los medios oficiales del club.

En el entorno del Espanyol, la reacción a los últimos acontecimientos no se hizo esperar. La afición ha expresado su enfado en redes sociales, donde la etiqueta #RCDE ha sido testigo de cientos de mensajes que oscilan entre la decepción, el dolor y la indignación. Algunos incluso han ido más allá, sustituyendo irónicamente el nombre de Joan por “Hans Gamper”, en alusión directa a la figura fundacional del Barça. El diario SPORT se ha dedicado a recopilar mensajes virulentos para caricaturizar la reacción de la hinchada blanquiazul, etiquetando las redes sociales como “estercolero” y despreciando las críticas como fruto de “odiadores profesionales”.
Entre los mensajes más conundentes que han circulado en X (antiguo Twitter), algunos usuarios decían cosas como:
“Tic-tac para recibirte en el derbi como te mereces”,
“Te vimos besar el escudo y ahora te vas a las cloacas de la gente que nos odia”,
“La traición no necesita explicaciones”,
“Lo de Figo tiene que quedar en anécdota. Muchas ganas de derbi”.
No faltaron las referencias a la “frialdad” del vídeo de despedida, ni las acusaciones de falta de valores y compromiso con el club. Y aunque escasas, también hubo voces que eligieron el respeto por encima del rencor:
“Hola Joan, como aficionado honesto del Espanyol, espero que tengas un gran futuro en el Barcelona y también espero que ganes todos los trofeos allí. Te queremos”.

En paralelo, algunos periodistas vinculados al entorno culé han optado por un discurso conciliador, restando importancia a la marcha y pidiendo a los pericos que “pasen página”. Pero para una afición históricamente golpeada y constantemente ninguneada desde ciertos sectores mediáticos, eso no es tan sencillo. Más aún cuando la pérdida no es solo deportiva, sino también simbólica.

Pese a todo, el Espanyol parece dispuesto a mirar hacia adelante. Con los 26,3 millones de euros ingresados, el club tiene ahora margen para reforzarse con inteligencia. Además, y esto es quizás lo más valioso de todo, el espanyolismo ha salido de este episodio con la conciencia fortalecida. La marcha de Joan García, por dolorosa que haya sido, ha servido para reforzar el vínculo entre afición, vestuario y club. La respuesta unánime de rechazo, el sentimiento compartido de haber sido utilizados, y la voluntad colectiva de seguir adelante han generado una cohesión que no se compra con dinero.
Si algo ha quedado claro tras este episodio es que, para el Espanyol y su gente, el sentimiento no se negocia. Se puede borrar una foto. Se puede firmar con el eterno rival. Pero lo que no se puede borrar es la memoria colectiva de una afición que no olvida quién está cuando más se le necesita… y quién decide marcharse a un club que representa unos valores muy alejados de los blanquiazules.
