En un contexto globalizado donde el fútbol se interpreta cada vez más como fenómeno económico, cultural y social, resulta especialmente revelador que sea una voz extranjera la que se atreva a desmontar ciertos relatos profundamente enraizados en la sociedad catalana. El periodista turco Mithat Fabian Sözmen, a través de una serie de artículos publicados en el medio abiertamente progresista Evrensel, propone una lectura profundamente crítica de la rivalidad entre FC Barcelona y RCD Espanyol, que trasciende lo meramente deportivo para adentrarse en claves históricas, de clase y de representación social.
El punto de partida es una frase aparentemente sencilla pronunciada por el analista deportivo Bağış Erten en el programa Yaz Deftere: “Si hubiera crecido en Barcelona, habría apoyado al Espanyol”. Lejos de ser una provocación superficial, la afirmación sirve a Sözmen como hilo conductor para explorar con rigor las raíces sociales e ideológicas de ambos clubes y cuestionar cómo se ha construido -y exportado- el relato dominante en torno al FC Barcelona como símbolo de resistencia política y cultural.
En su análisis, Sözmen no reduce el conflicto a una dualidad territorial entre catalanismo y españolismo, sino que pone el foco en la dimensión de clase. Señala que mientras el Barça ha sido históricamente impulsado por las clases altas y medias catalanas, transformándose en una entidad global con intereses políticos, empresariales y turísticos, el Espanyol ha representado -a menudo de forma implícita- a los sectores obreros, tanto a los catalanes alejados del discurso independentista como a los trabajadores procedentes del resto de España que llegaron a Barcelona durante el siglo XX.
Lejos de atribuirle un carácter deliberadamente identitario, Sözmen sostiene que el Espanyol no se construyó como una entidad opuesta al catalanismo, pero sí como un espacio en el que encontraron arraigo quienes no encajaban en la narrativa oficial del “auténtico catalán” y privilegiaban la conciencia de clase. “El Espanyol, aunque nunca hizo oficialmente una declaración anticatalana, se convirtió en una comunidad que simpatizaba en gran medida con los proletarios nacionalistas españoles que emigraron a la ciudad desde fuera de Catalunya o con los catalanes que no apoyaban la independencia”, señala el autor.
Este enfoque se refuerza con una lectura crítica del uso del lema “Més que un club”, acuñado por el presidente franquista del Barça Narcís de Carreras -recuerda el periodista algo que el relato oficialista culé olvida, que era un burócrata y político directamente vinculado al régimen franquista y contaba con su aprobación-, y de cómo la burguesía catalana supo utilizar al FC Barcelona como instrumento de representación simbólica y cohesión social, adaptando su discurso según el contexto político. Lejos de ser un bastión popular, el club azulgrana ha sido -según Sözmen- un vehículo de legitimación del poder de las élites, que ha diluido las reivindicaciones de clase bajo una identidad nacional compartida.
En ese sentido, el periodista turco denuncia que el nacionalismo catalán ha instrumentalizado la rivalidad Barça – Real Madrid para simplificar un conflicto complejo, obviando el papel del Espanyol como entidad ligada a la historia social y laboral de la ciudad. “Entender esta ecuación de clases es esencial para fundamentar la narrativa reduccionista y en blanco y negro que el nacionalismo catalán a veces intenta utilizar para explicar la rivalidad entre el FC Barcelona y el Real Madrid y para entender la dinámica local de la afición barcelonesa”, escribe.
El análisis también aborda el proceso de globalización del FC Barcelona en las últimas décadas, que ha derivado en una progresiva desconexión con su entorno local. Como dato significativo, Sözmen cita un informe de The Athletic de 2024, en el que un directivo del Barça reconoce que el 52% de las entradas se venden a turistas. El club, denuncia, se ha transformado en un producto premium para consumidores internacionales, dejando al margen a los seguidores locales tradicionales. En ese sentido, recuerda las palabras de Marti Cuso, uno de los actuales representantes de la rica tradición sindical vecinal de la ciudad, explicando que “cuando vas a ver al Barça hoy, cada vez ves a una persona diferente sentada a tu lado, alguien que no conoce los cánticos y está más interesado en tomar fotos y videos para Instagram que en el partido… Esto es algo que despersonaliza por completo y traiciona la experiencia de lo que era ir al Camp Nou en los años 90 y 2000”.
Frente a ese modelo, el Espanyol aparece como un club más modesto, con menor proyección mediática, pero que aún conserva una fuerte dimensión comunitaria. Un club que, aunque ha sido históricamente infravalorado, sigue representando a un sector social que no encuentra acomodo en la narrativa oficial de la ciudad. En palabras de Sözmen, es el equipo que, pese a sus limitaciones, no se puede permitir venderse como un simple souvenir. Así, reflexiona el periodista: “No sorprende que el club internacional fundado por Hans Kamper, un comerciante suizo, en 1899 fuera mucho más popular que el club fundado por los ‘verdaderos’ catalanes bajo el nombre de Espanyol, que también fue patrocinado por la monarquía desde 1912 en adelante. Mientras que el cambio de siglo convirtió al Barça en un club bajo el control de la burguesía catalana y floreció con la lealtad y el apoyo financiero de las clases altas y medias catalanas, el Espanyol, aunque nunca hizo oficialmente una declaración anticatalana, se convirtió en una comunidad que simpatizaba en gran medida con los proletarios nacionalistas españoles que emigraron a la ciudad desde fuera de Cataluña o con los catalanes que no apoyaban la independencia”.
La aportación de Mithat Fabian Sözmen, por tanto, no consiste en idealizar al Espanyol ni en demonizar al FC Barcelona, sino en proponer una lectura más compleja y honesta de la rivalidad que estructura buena parte del imaginario futbolístico catalán. Su mirada desde el exterior permite visibilizar los silencios y contradicciones del relato hegemónico y reivindicar el valor social de un club que, más allá de sus éxitos deportivos, sigue siendo una expresión genuina del tejido popular de la ciudad.
En definitiva, y como sugiere la frase que da título al artículo, no resulta descabellado imaginar que, en una Barcelona cada vez más convertida en parque temático futbolístico, alguien que creciera hoy sin herencias ni consignas prefabricadas pudiera sentirse más cercano al Espanyol. No por nostalgia, ni por rebeldía, sino simplemente por coherencia.





