Este martes se presentó oficialmente la final de la Copa Catalunya 2024-25 en la sede central de la Federació Catalana de Futbol (FCF). Un acto que, en circunstancias normales, podría haber pasado casi desapercibido para la afición perica. Pero el contexto actual, marcado por el cambio de propiedad en el RCD Espanyol y el nuevo rumbo institucional y deportivo del club, otorga a esta cita un simbolismo especial. El próximo miércoles 23 de julio, a las 19 horas, la Nova Creu Alta de Sabadell acogerá el encuentro entre el Espanyol y el Girona, en lo que puede convertirse -aunque de forma inesperada- en el primer título de la etapa Alan Pace-Velocity Sports Limited.
Pese a que la Copa Catalunya no ha gozado los últimos años de una gran trascendencia entre la afición blanquiazul, todo apunta a que en esta ocasión el primer equipo asumirá el protagonismo. La competición se disputa en plena pretemporada, y el duelo ante un rival del nivel del Girona ofrece a Manolo González una excelente oportunidad para evaluar sensaciones, ajustar piezas y continuar con la preparación en un contexto competitivo real.
Hasta ahora, el Espanyol había utilizado a jugadores del filial en las fases anteriores del torneo. Sin embargo, el rival, el momento del curso y el marco institucional apuntan a un escenario diferente. Recordemos que la semifinal se resolvió con un contundente 5-0 ante el Barça, mientras que el Girona necesitó el tiempo añadido para eliminar al Andorra (2-3).
Durante la presentación, Rafa Marañón puso en valor la trayectoria del club en esta competición: “Siempre hemos intentado formar parte de estas citas porque es un torneo de prestigio. El Espanyol es un club catalán, y lo reivindica habiendo ganado en varias ocasiones el trofeo”. Un mensaje que reafirma la voluntad del club de no restar valor a una final que, sin estar entre los grandes objetivos deportivos de la temporada, puede representar un paso más en la reconstrucción de su imagen y su autoestima.
En el acto también intervino el presidente del Girona, Delfí Geli, quien remarcó que “es importante jugar la final de la Copa Catalunya. Es la competición que nos representa y con la que nuestra afición se identifica”. Palabras que refuerzan el carácter simbólico de un enfrentamiento que, en los últimos años, ha adquirido un tono de rivalidad creciente. Más allá del componente deportivo, en juego está también el relato del fútbol catalán y la pugna -implícita- por ocupar el segundo escalón de representatividad en el panorama autonómico.
El formato actual de la Copa Catalunya, estrenado esta temporada, ha buscado recuperar parte del interés perdido, integrando en un mismo torneo a clubes profesionales y amateurs. Una fórmula que recuerda al modelo de la Copa del Rey y que ha permitido a equipos modestos enfrentarse a los más grandes del fútbol catalán, aunque vivirá cambios nuevamente cara al próximo curso.
En lo organizativo, la FCF ha elegido un escenario histórico como la Nova Creu Alta de Sabadell, que ya acogió el pasado mayo un amistoso entre la selección catalana y Panamá. Las entradas están ya disponibles online, con descuentos especiales para las aficiones de los finalistas y para los socios del CE Sabadell, club anfitrión del encuentro.
En definitiva, el Espanyol afronta esta final no solo como una prueba deportiva dentro del calendario de pretemporada, sino también como un acto simbólico. Un título menor en lo formal, pero significativo en lo emocional. Una oportunidad para enviar un primer mensaje desde el nuevo Espanyol: el de un club que quiere volver a competir con ambición y con la mirada puesta en recuperar su lugar en el fútbol catalán, nacional e internacional.
