El mérito de lo que está haciendo el Espanyol en este inicio de curso no se mide solo en los cuatro puntos que ya tiene en el bolsillo, sino en el contexto en el que se han conseguido. No es lo mismo arrancar contra rivales de media tabla que tener que vérselas con Atlético de Madrid y Real Sociedad, dos equipos acostumbrados a moverse en la parte alta y a pelear plazas europeas. Y pese a eso, los de Manolo González han sacado un triunfo y un empate que, vistos con perspectiva, son un tesoro.
Lo más llamativo es que el propio Manolo no acabó satisfecho tras el empate en Anoeta. Esa inconformidad es un síntoma de ambición. Su discurso y sus planteamientos transmiten que no quiere que el equipo se limite a sobrevivir, sino que salga a competir de verdad en cualquier campo. Quizá por eso, pese a lamentar los dos puntos que volaron en San Sebastián, su Espanyol ya ha firmado un arranque que se ha visto pocas veces en la última década.
La comparación con cursos recientes es reveladora. El año pasado, sin ir más lejos, el equipo empezó con dos derrotas, contra Valladolid y Real Sociedad, y no llegó a los cuatro puntos hasta la jornada cuatro, cuando se empató ante el Atlético y se ganó al Rayo. En la 2022-23, la historia fue similar: un punto en las dos primeras jornadas, tras el empate en Vigo y la derrota contra el Rayo, y hasta la cuarta fecha no se llegó a esa barrera con una victoria en San Mamés. En la 2021-22, solo dos puntos en los dos primeros partidos, ambos empates sin goles, y hasta la sexta jornada no se superaron los cuatro.
Si se sigue tirando hacia atrás, la dinámica es casi la misma. En la 2019-20 el equipo se estrenó perdiendo con el Sevilla, empató en Mendizorroza, cayó frente al Granada y no ganó hasta la cuarta jornada en Eibar. En la 2017-18 hubo que esperar también hasta la cuarta fecha para alcanzar los cuatro puntos, después de una derrota contra el Barça y otra contra el Leganés. En la 2016-17 todavía se tardó más, hasta la quinta, y en las temporadas 2015-16 y 2014-15 la barrera de los cuatro puntos tampoco se superó antes de la cuarta o la quinta jornada.
Solo hay un par de excepciones en este camino lleno de tropiezos iniciales. En la 2018-19, con Rubi en el banquillo, el Espanyol sumó también cuatro puntos en dos jornadas, con un empate en Vigo y un triunfo contra el Valencia en casa. Y en la 2013-14, con Javier Aguirre, se repitió la misma fórmula: empate en Balaídos y victoria frente al Valencia en Cornellà. Para encontrar un inicio mejor que el actual hay que retroceder todavía más, hasta la temporada 2008-09 con Tintín Márquez, cuando se arrancó con un pleno de seis puntos tras ganar al Valladolid y al Recreativo.
Con este repaso, el valor de lo conseguido por Manolo González y sus muchachos se entiende todavía más. Porque no solo son cuatro puntos, sino la sensación de que el equipo compite contra cualquiera, algo que en otros arranques parecía ciencia ficción. Por eso, aunque el entrenador se marchara de Anoeta con cara de fastidio, la realidad es que el Espanyol está firmando uno de sus mejores comienzos en mucho tiempo. Y lo está haciendo con una ambición que contagia.