Fran Garagarza se plantó ayer en la sala de prensa con un mensaje muy claro: quería cerrar la plantilla del Espanyol antes del partido contra Osasuna. Nada de apurar hasta el último segundo del mercado, nada de ese carrusel de fichajes de última hora que tantas veces han dado más ruido que soluciones. “Nuestro reto es no ir al último minuto. Hay que cerrar lo que queremos. Entiendo que el trabajo está bien planificado”, soltó con calma, dejando entrever que lo que venía estaba ya atado y bien atado. Y no mentía: primero fue Charles Pickel, anunciado por la tarde, y en breve se hará oficial la incorporación de Urko González de Zárate, la pieza que Manolo González llevaba semanas reclamando para su centro del campo.

Con Urko, Garagarza cierra un círculo que él mismo se había marcado como reto personal. “Los objetivos son darle estabilidad, tener ese punto de madurez para que ese riesgo del año pasado, que fue alto, no se produzca, y mejoremos”, explicó. No son solo palabras bonitas: si la operación se concreta como está previsto -unos cinco millones a la Real Sociedad por el 80% del jugador- el técnico tendrá en su plantilla al pivote que pidió por encima de otros nombres de más relumbrón. En definitiva, un fichaje de convicción, no de escaparate.

El aterrizaje de Garagarza en 2023
Comparar este verano con los dos anteriores que ha comandado Garagarza es casi obligado para entender el cambio. El 26 de junio de 2023, el Espanyol anunciaba que se convertía en su nuevo director deportivo, el sexto de la era Chen Yansheng tras Ángel Gómez, Jordi Lardín, Óscar Perarnau, Rufete y Domingo Catoira. Apenas dos semanas después del despido de Catoira, y con la vuelta al trabajo a la vuelta de la esquina, el club entregaba el timón deportivo a un director que llegaba con una misión complicada: devolver al Espanyol a Primera, pero sin dinero para fichar. Su contrato era de cuatro temporadas (dos más dos), pero en realidad su primera prueba empezaba de inmediato. Su estreno fue un ejercicio de supervivencia: el equipo en Segunda, con el vestuario en ebullición y jugadores forzando su salida. Aquel mercado fue de montaña rusa con salidas dolorosas, movimientos tardíos y un Keita Balde de última hora: fue un verano en el que Garagarza se ganó el respeto de muchos por su firmeza, pero que también evidenció la falta de margen y de planificación inicial.

Con el descenso aún caliente, tuvo que vender jugadores clave -Montes (14 millones), Darder (8), Simo (5), Koleosho (3)— para cuadrar cuentas. En total, algo más de 30 millones en ingresos. En fichajes, apenas gastó cuatro: tres por Pere Milla y unos 700.000 por Salvi Sánchez. El resto fueron cesiones (Ramón Ramos, Keita Baldé) o agentes libres (Álvaro Aguado, Víctor Ruiz). Su primera gran carta de presentación no fueron tanto las entradas como la dureza en las salidas: pasó de la etapa de malvender a apretar al máximo. Hasta en la rocambolesca fuga de Martin Braithwaite en Marbella acabó imponiendo la disciplina.
2024, el verano de las cesiones
El verano de 2024 fue todavía más extremo. Recién ascendido, con la soga económica al cuello y sin apenas dinero para traspasos, Garagarza se tuvo que mover en el barro: ocho fichajes, casi todos cedidos, y una plantilla parcheada con la esperanza de que bastara para salvar la categoría. Aquello fue una especie de milagro low cost, con aciertos como Kumbulla y fiascos evidentes en la delantera. Haciendo memoria, Garagarza tuvo que armar un equipo a base de cesiones.

Carlos Romero, Kumbulla, Véliz, Cheddira, Král, Cardona o Ünuvar llegaron a préstamo. Los dos últimos se marcharon en enero y ahí llegó un punto de inflexión: Roberto Fernández y Urko González de Zárate aterrizaron también como cedidos y fueron determinantes para conseguir la salvación. Ese mercado estival se valoró como un milagro low cost, con sus luces y sombras, pero la nota final la pusieron las incorporaciones de invierno, que elevaron el nivel y corrigieron la falta de gol y equilibrio.
2025, el verano de la exigencia y la lupa de Velocity
Este 2025 ha sido distinto. Por primera vez, Garagarza contaba con algo de margen económico para fichar en propiedad y, además, con la atenta mirada de Alan Pace y Velocity encima. En cierto modo, estaba en modo examen: demostrar que, con recursos, también sabe construir un equipo competitivo. Y lo ha hecho prácticamente solo, lo que convierte cada acierto y cada fallo en su responsabilidad directa.

Los números muestran un salto cualitativo: trece incorporaciones a la espera de que se oficializce a Urko, con operaciones de calado como la compra del 50% de Roberto Fernández y ahora la del hasta ahora centrocampista de la Real Sociedad, ya como jugador en propiedad. En total, contando al vasco, unos 12 millones invertidos, una cifra muy superior a los veranos anteriores, con un equilibrio entre juventud, experiencia y piezas estratégicas.
Balance provisional
Garagarza ha pasado de improvisar y apagar incendios a construir con tiempo y planificación. ¿Mercado perfecto? No. Hay nombres que siguen generando dudas, y habrá que ver el rendimiento real de algunas de las apuestas. Pero el salto respecto a 2023 y 2024 es evidente: el Espanyol ya no vive de cesiones de urgencia, sino que empieza a armar un bloque sólido a medio plazo.
Por eso, a falta de que Urko estampe la firma, se puede decir que Garagarza ha superado su primer gran examen bajo la lupa de Velocity. Esta vez, a diferencia de los dos veranos anteriores, no será el reloj el que marque el mercado del Espanyol. Lo habrá hecho Garagarza.
