El Espanyol vive un momento que invita al optimismo. Anoche, con el RCDE Stadium convertido en un hervidero, los de Manolo González se impusieron al Mallorca en un partido trepidante (3-2) que tuvo de todo: goles, polémica, sufrimiento y, sobre todo, un equipo que supo resistir cuando parecía que todo se le venía abajo. El triunfo deja a los blanquiazules terceros en la tabla con 10 puntos, los mismos que el Barça y solo dos menos que el líder, el Real Madrid. Y precisamente será en el Bernabéu, el próximo sábado, donde el Espanyol pondrá a prueba su fiabilidad en este arranque fulgurante.

La primera parte fue una montaña rusa. El Espanyol no estuvo tan fino con balón como en otras jornadas, pero volvió a mostrar una efectividad tremenda: dos llegadas, dos goles. El partido parecía controlado, pero en el minuto 44 el Mallorca recortó distancias y, casi sin dar respiro, llegó la acción que lo cambió todo: la expulsión de Pere Milla. De un 2-0 cómodo se pasó en segundos a un escenario de máxima tensión. Y en la segunda mitad, el guion no pudo ser más cruel: penalti evitable de Pol Lozano, Muriqi al acecho, y el empate que desató la ansiedad.

Ahí apareció el carácter de este equipo. El Espanyol, con uno menos, se juntó, defendió el área con alma y volvió a golpear en el momento justo. Fue un ejercicio de resistencia que recordó a los mejores equipos competitivos de nuestra historia reciente. Cornellà estalló con el 3-2 y aguantó sin respirar hasta el pitido final, con el Mallorca volcado sobre la portería de Dmitrović. Al acabar, la sensación general era clara: el Espanyol había ganado mucho más que tres puntos.

El mérito es colectivo, aunque haya nombres que brillen con luz propia. Tyrhys Dolan está siendo el extremo que el Espanyol llevaba años buscando: desborde, descaro y capacidad para generar miedo en los rivales. Dmitrović, el día que se enfrentaba a las comparaciones con el “deseado” Leo Román, se llevó claramente ese duelo particular con hasta al menos tres acciones salvadoras, Carlos Romero sigue demostrando que su nivel es altísimo, Calero y Cabrera formaron un muro en defensa, Roberto luchó cada balón como si fuera el último y Kike García, en los minutos finales, aportó oxígeno y veteranía. El equipo ya no depende de un par de piezas: hay fondo de armario y soluciones en el banquillo, algo que en temporadas recientes se echaba de menos.

Eso sí, también hay cosas que corregir. El gol del 2-1 llega tras una falta innecesaria de Omar El Hilali, que tampoco estuvo especialmente fino cubriendo a Muriqi en la acción del gol; Pol Lozano se precipitó en la acción del penalti y Pere Milla, que estaba haciendo un muy buen partido, se autoexpulsó con una desconsideración evitable al colegiado. Detalles que contra rivales de la talla del Real Madrid pueden ser letales y que Manolo seguro trabajará durante la semana.

Lo que nadie discute es la transformación de este equipo. Desde el duelo en Girona de la pasada temporada, y con poquísimas excepciones, el Espanyol compite siempre. Hay solidaridad, ayudas constantes, sacrificio. El vestuario está al 100% con Manolo y eso se nota en cada jugada, en cada esfuerzo colectivo. Y el resultado es un arranque de liga que roza lo histórico.
En sala de prensa, se lanzó un dato que invita a soñar: desde que las victorias valen tres puntos, en 54 ocasiones un equipo logró sumar al menos 10 de 12 en las cuatro primeras jornadas. De ellos, 51 acabaron en Europa. Solo tres excepciones: Valencia 21-22 (9º), Rayo 99-00 (9º) y Compostela 95-96 (10º). Ninguno cayó más allá del décimo puesto. Manolo González, fiel a su estilo, fue prudente y puso los pies en el suelo, pero el espanyolismo tiene motivos de sobra para ilusionarse.

Ahora llega el reto mayúsculo: visitar el Santiago Bernabéu. Un escenario exigente, un Real Madrid líder y con plantilla de lujo. Pero el Espanyol viajará con algo que no se compra: confianza y un cojín de puntos valiosísimo que permite mirar el futuro con ilusión. Nadie pide milagros, pero soñar, al menos esta vez, no está prohibido.
