Semana clave para el Espanyol, que juega en cuatro días ante dos equipos de “su Liga”, Valencia y Girona. “No todo es creer, hay cosas en la vida que no están al alcance de todo el mundo”, avisó Manolo González en la previa del Real Madrid – Espanyol en el Bernabéu. El mensaje sonaba a advertencia y, a la vez, a toque de humildad para un equipo que aterrizaba en Madrid con la moral disparada tras cuatro jornadas sin perder. El Espanyol compitió con seriedad, no se arrugó y hasta logró incomodar por momentos al líder, pero terminó cayendo como le ocurre a la mayoría en Chamartín. Dos fogonazos bastaron para que el Real Madrid hiciera lo que hace siempre: imponer su jerarquía. Primero Militao con un misil desde 35 metros que entró en la escuadra y luego Mbappé, que apenas había podido aparecer por el buen trabajo de Calero y Cabrera, zanjaron la historia. Courtois, casi de espectador, ni siquiera tuvo que ensuciarse los guantes.
De la nube al suelo… pero con colchón
La derrota deja al Espanyol con una sensación agridulce. Por un lado, se rompió la racha de invicto y se bajó de golpe de esa nube en la que el equipo vivía desde el arranque liguero. Por el otro, la clasificación refleja que los de Manolo siguen arriba, cuartos con 10 puntos, empatados con el Villarreal, tercero solo por la diferencia de goles. El freno a la euforia era inevitable, pero la confianza permanece intacta porque los blanquiazules no se achicaron en uno de los escenarios más complicados de Europa. Se vio a un grupo ordenado, solidario en defensa, capaz de secar durante buena parte del encuentro a Vinicius y de hacer que Mbappé tuviera que retrasar metros para tocar la pelota. Y eso, pese a caer 2-0 y que en la segunda mitad el equipo acusó en demasía el golpe encajado y no planteó peligro, deja la sensación de que este Espanyol tiene fundamentos para dar guerra en su verdadera liga.
Valencia, primer examen de la semana
El siguiente reto llega de inmediato. Este martes, el RCDE Stadium abre sus puertas para recibir al Valencia, un rival de esos que marcan de verdad dónde está el nivel del equipo. Los de Carlos Corberán vienen de ganar al Athletic en Mestalla, aunque el triunfo tuvo doble lectura. La primera parte fue desastrosa, con los locales desconectados, sin chispa y pitados por su afición. En la segunda reaccionaron, empujados por la roja a Dani Vivian y por el empuje de Santamaría, autor del primer gol y asistente en el segundo. El Valencia es así: en casa es capaz de crecerse y competir con cualquiera, pero fuera de Mestalla arrastra una dinámica catastrófica con dos derrotas, siete goles encajados y ninguno anotado, siendo el peor visitante de la categoría. Para el Espanyol, que viene de salir con dignidad del Bernabéu, será una buena ocasión de confirmar que su techo no está en ser un equipo simplemente ordenado atrás, sino que también tiene herramientas para proponer en ataque ante un rival con dudas.
Girona, un colista herido
La semana frenética se completa el viernes con la visita a Montilivi para medirse al Girona, que atraviesa una crisis de esas que dejan cicatriz. El equipo de Míchel apenas suma un punto en cinco jornadas, ha encajado 15 goles y suena a eco lejano aquel Girona que hace justo un año debutaba en la Champions ante el PSG. El bajón es tremendo: la derrota ante el Levante en casa, con goleada incluida y con Montilivi gritando “directiva dimisión”, refleja el estado de ánimo de una plantilla que se ha desinflado. El Espanyol llega con la ventaja de que el Girona todavía tiene un partido exigente este martes en San Mamés, y lo normal es que reciba a los pericos con la herida aún más abierta. Para los de Manolo González, será una ocasión de oro para aprovechar la fragilidad del colista y sumar puntos que a final de temporada pueden valer oro en la pelea por asentarse en la zona alta.
Semana clave
En apenas cuatro días, el Espanyol tiene por delante la posibilidad de sumar seis puntos que le devolverían a la estela de la zona Champions. Tras perder en el Bernabéu, el calendario se pone en bandeja dos partidos frente a equipos de su liga, de esos que definen si la temporada será de mirar hacia arriba o hacia abajo. El mensaje es claro: la derrota ante el Madrid no cambia nada. El equipo dio la cara, mostró orden y personalidad, y ahora le toca confirmarlo en Cornellà ante el Valencia y después en Girona. Si la respuesta es positiva, el frenazo en Chamartín quedará como una simple anécdota en un arranque de curso que está siendo más que ilusionante para el espanyolismo.




