El Espanyol necesitaba una victoria como el comer, y la encontró en Oviedo. Ganar 0-2 en un campo hostil como el Carlos Tartiere no solo sirve para sumar tres puntos: es un bálsamo después de cuatro jornadas sin hacerlo. Desde el 3-2 ante el Mallorca el pasado 15 de septiembre, los de Manolo González habían acumulado empates ante Valencia y Girona y derrotas ante Betis y Real Madrid. Buenas sensaciones sí, pero cero alegrías completas. Por eso este triunfo vale oro.
La apuesta de Manolo, ratificada con fútbol y resultados
Dentro del vestuario nunca se perdió la fe en el trabajo ni en el plan de Manolo, pero como decía el propio técnico en la previa, de nada vale jugar bien si no sumas de tres en tres. En Oviedo, el equipo lo volvió a hacer: dominó, generó ocasiones, defendió con orden y se llevó un partido que necesitaba como el agua. Manolo apostó para suplir la ausencia obligada por lesión de Puado por ubicar a Pere Milla por la izquierda, a Dolan por la derecha y por primera vez juntos desde el inicio a la dupla Kike-Roberto en punta, con un doble pivote con Pol Lozano y Edu Expósito y Rubén Sánchez de titular, una apuesta ofensiva que acabó dando resultados positivos. Antes de comenzar el partido y en las cámaras de las teles con derechos, Manolo justificaba su apuesta por una doble punta: «Son complementarios los dos, pueden jugar los dos sin problema, lo que queremos es tener referencia gente en el área, y, bueno, más potencial a nivel ofensivo. Lo que hemos buscado con la alineación, pues, es un equipo que venga aquí a ganar, y que, bueno, busque la portería rival”.

Un Espanyol valiente… y superior
No fue un paseo. Hubo fases de desajustes, especialmente en el primer tramo, pero el Espanyol fue claramente superior. Se impuso en juego y en ocasiones, y de no ser por la exhibición de Aarón Escandell en la portería del Oviedo, el marcador podría haber sido escandaloso.
Un equipo que está vivo, aunque a veces sufra
No fue perfecto, pero sí fue un partido que deja claro que este Espanyol está muy vivo. Pese a algunas fases con desajustes, especialmente en la primera media hora, el equipo se mantuvo firme, supo sufrir cuando tocaba y creció con el paso de los minutos. Era uno de esos encuentros que, más allá del juego, había que ganar. Y eso hizo. Porque el entorno empezaba a elevar el nivel de exigencia hasta cotas tal vez por encima de lo que dicta la lógica, y porque la plantilla, aunque con calidad, sigue siendo una en construcción.
Errores corregibles, pero una propuesta valiente
En la primera parte se vieron algunas carencias: el equipo sufrió en la presión alta, le costó recuperar rápido y quedó algo expuesto en algunas transiciones. No es nuevo: hay centrocampistas que no destacan por su velocidad al replegar. Aun así, acabó generando mucho peligro, y solo la exhibición de Escandell impidió que el descanso llegara con ventaja. Luego, cuando hubo más pausa, apareció la figura de Riedel: su salida de balón, con varios pases verticales bien ejecutados, permitió al equipo vivir más tiempo en campo rival y manejar mejor los ritmos.

La segunda mitad fue perica de principio a fin
El paso por vestuarios trajo un Espanyol más convencido y más dominante. Con el gol fantasma de Kike García se rompió la barrera psicológica del 0-0, y con el segundo, obra de Pere Milla tras un centro de Omar, se cerró un partido donde los de Manolo fueron claramente superiores. El Oviedo, muy tocado, solo amenazó de manera aislada y se apoyó demasiado en su portero. El Espanyol, por su parte, se mostró como un bloque sólido, competitivo y ambicioso. Así se ganan partidos en campos complicados.

Lo importante es que el Espanyol ya no es ese equipo que se encerraba atrás: ahora quiere el balón, manda en campo rival y propone siempre. Eso tiene riesgos, sí, pero este estilo vale la pena.
Nombres propios que brillaron
Hubo muchas actuaciones destacadas: Dmitrović realizó dos grandes intervenciones y estuvo sobrio cuando hizo falta, Riedel volvió a rendir a gran nivel, Rubén Sánchez ganó muchos duelos tanto en defensa como en ataque, creciéndose con los minutos, Cabrera sigue siendo un seguro, y tanto Edu Expósito como Pol Lozano le dieron temple al centro del campo.

Arriba, Pere Milla, que está en estado de gracia convirtiéndose en un auténtico tercer delantero y Kike García se encargaron de los goles. Curiosamente, no se echó de menos a Puado, lo que habla bien del colectivo. El equipo no depende de un solo hombre y eso siempre es buena señal.
Lo más ilusionante no es solo el resultado, sino la sensación de que el equipo todavía tiene margen de mejora. Hay jugadores que ya están rindiendo bien pero que pueden dar más con el paso de las semanas. Manolo está construyendo un bloque que, sin depender de una sola figura, compite con armas propias
Triunfo que apaga el run-run
El arranque de temporada tan positivo había generado un nivel de exigencia altísimo. Y eso no es malo, pero sí puede volverse en contra cuando los resultados no acompañan. Con esta victoria, se apagan algunas voces críticas y se pone en valor el trabajo silencioso de un entrenador que ha cambiado el modelo de juego y ha hecho que el Espanyol compita de tú a tú contra todos. Solo el Bernabéu fue territorio hostil de verdad. En el resto, el equipo siempre ha estado vivo.

Declaraciones sinceras de Manolo
Después del encuentro, Manolo González fue muy claro: “Contento por la imagen del equipo. Independientemente de ganar o perder el equipo juega bien y llega a portería. No éramos tan malos al perder contra el Betis ni hoy somos tan buenos”. Y añadió una frase que lo dice todo: “Si pierdes te vas al pozo y yo a la calle. No vale solo con jugar bien y generar. Ahora tienes tranquilidad y te sientes bien. Muy contentos por la dificultad del partido”.
Una victoria que invita a soñar… y celebrar
Más allá del alivio deportivo, este triunfo permite afrontar la próxima semana con otra cara. Una semana que viene cargada de emociones, con la visita del Elche y con sorpresas coincidiendo con la celebración del 125 aniversario del club. Con la victoria en el bolsillo, se respira de nuevo otro ambiente. Se puede mirar la clasificación con optimismo y preparar la gran fiesta de nuestra historia con una sonrisa.

Primera victoria fuera… y dato histórico
Este 0-2 en el Tartiere no solo corta la mala racha reciente: también pone fin a una estadística negra. El Espanyol no ganaba como visitante ante un equipo recién ascendido desde octubre de 2018, cuando venció 0-2 al Huesca. Desde entonces, diez derrotas seguidas en ese tipo de partidos. Además, no se ganaba fuera de casa desde el 0-2 en Balaídos, el 12 de abril. Demasiado tiempo para un equipo que quiere estar arriba.
Un triunfo muy necesario
El Espanyol ha dado en definitiva un paso importante. No solo ha ganado un partido, ha ganado tiempo, confianza y tranquilidad. Manolo sigue teniendo todo el crédito, los jugadores creen en la idea, y la afición vuelve a ilusionarse. El Tartiere ha sido el escenario perfecto para retomar el vuelo. Ahora toca celebrar los 125 años del club como toca: ganando en casa al Elche y demostrando que este Espanyol va en serio.
