Cornellà-El Prat vivió este sábado una de esas tardes que se quedan grabadas. El Espanyol celebraba su 125 aniversario y, como no podía ser de otra forma, lo hizo a lo grande: con tifo, fuegos artificiales, himno a capela, mosaico y, lo más importante, una victoria por la mínima ante un Elche valiente. El gol lo firmó Carlos Romero, que ya tiene su lugar en la historia perica. Tres puntos que permiten al equipo colocarse en zona Champions, con números de equipo serio: cinco victorias, tres empates y solo dos derrotas en diez jornadas. El arranque fue de alta tensión, como suele pasar en los partidos grandes. Antes del minuto 1, Jofre ya había probado a Iñaki Peña, que hizo una parada de reflejos. El Elche respondió rápido con un tiro de Germán Valera que atrapó Dmitrović. Y así fue buena parte de la primera parte: ida y vuelta, ritmo y dos porteros que parecían de videojuego. En el minuto 21, en pleno homenaje a Dani Jarque con el estadio aplaudiendo, Pere Milla estuvo a punto de firmar un golazo de tacón, pero Peña volvió a volar. Fue un gesto precioso que merecía acabar en la red, pero el fútbol a veces es así de cruel. El susto llegó unos minutos después, cuando se paró el partido por una emergencia médica en la grada. Los servicios sanitarios actuaron rápido y el aficionado fue evacuado en silla de ruedas. Aplauso unánime del estadio y partido que siguió con un nudo en la garganta.
El guion de tarde mágica lo escribió Carlos Romero. Minuto 47. Dmitrović ataja un balón, lanza rápido, Edu Expósito la pone al espacio y Romero, como una moto por la izquierda, define cruzado tras una pared de lujo. El estadio se vino abajo. Pero como al Espanyol siempre le gusta meterle algo de drama a la película, el héroe se lesionó minutos después, tirándose al suelo con molestias musculares. Se fue ovacionado, sabiendo que había hecho el gol de su vida. El Elche no se rindió. Eder Sarabia metió a Mendoza, Rafa Mir, Álvaro Rodríguez, Josan… todos al ataque. Empujaban, pero el Espanyol, cada vez más atrás, se defendía con orden y un portero en modo muro. Dmitrović atrapó centros, despejó tiros, y hasta el final fue una garantía. Luego llegó la falta peligrosa que André Silva mandó arriba, y un par de chuts que hicieron contener la respiración en Cornellà. También hubo una contra final con Dolan a punto de hacer el 2-0, pero esta vez no hizo falta más. El 1-0 valía oro. El nuevo presidente, Alan Pace, vivió su primer partido oficial como máximo mandatario desde el palco, y no se le podía pedir un estreno mejor. El Espanyol ganó, sufrió, emocionó y cerró su fiesta con una vuelta de honor para la afición. 18 puntos en 10 partidos. Dos más que en toda la primera vuelta de la temporada pasada. En silencio, con trabajo y sin hacer ruido, el Espanyol se ha convertido en uno de los conjuntos más fiables de esta Liga.