Lo que empezó como una historia de barrio, de fútbol modesto y trabajo duro, ya está dando la vuelta al mundo. Sid Lowe, una de las firmas más prestigiosas del periodismo deportivo internacional, ha dedicado una amplísima entrevista en The Guardian a Manolo González, el técnico del Espanyol. Y no es para menos. En un fútbol donde los discursos suelen sonar prefabricados, aparece Manolo y lo cambia todo con su forma de ser: natural, directa, sin aditivos. Un tipo que no ha llegado a Primera por casualidad, aunque él diga que sí. Y que ahora, con el equipo quinto en LaLiga, empieza a llamar la atención fuera de nuestras fronteras.
1st division Espanyol play semi-pro Atletic Lleida tonight. Their coach has been there. I went to see Espanyol’s Manolo Gonzalez, just because there was something about him I liked, admired, and I wanted to talk to him. Meeting him, I like him even more. https://t.co/nr6niP8gsZ
— Sid Lowe (@sidlowe) October 30, 2025
“Un día eres John Travolta, al siguiente eres Manolo González”, arranca diciendo. Y la frase es tan suya como su historia: un tipo sin filtro, que pasó de conducir un autobús interurbano a pelear por puestos europeos en Primera División. Lo dice como quien se ríe de sí mismo, pero también como quien ha tenido tiempo -y kilómetros- para entender que todo puede cambiar de un día para otro.
De la Tusa al RCDE Stadium: historia de una vida sin atajos
El texto de Sid Lowe es un viaje por la vida de Manolo, desde aquel niño gallego que aterrizó en Barcelona a los tres años hasta el entrenador que hoy lidera al Espanyol en su mejor arranque liguero del siglo. “Creo: ‘Espera, en Ebro, Peña Deportiva, Badalona, ¿no era entrenador?’ ¿Sólo ahora? He estado entrenando mucho tiempo”, comenta, con una mezcla de ironía y resignación.
Y no le falta razón. Ha entrenado en todas las categorías del fútbol español, desde juveniles hasta Segunda B, pasando por Tercera, ligas regionales y campos donde los vestuarios eran de obra. “He entrenado en cada grupo de edad y en todos los niveles de España, desde la liga regional hasta tercera, desde Segunda B hasta Segunda. Y cuando llegué al primer equipo del Espanyol, fue como si nunca hubiera entrenado antes”.
No dejó su trabajo como conductor de autobús hasta 2018. Se levantaba a las 5 de la mañana, conducía su ruta de Badalona a Barcelona, entrenaba por la tarde, estudiaba por la noche. “La gente ve todo esto ahora, pero no lo que hay detrás”.
Del jugador que no fue, al entrenador que es
En su etapa como futbolista, también hay confesiones sin filtros. “Mi techo era Segunda B. Por mi condición física y mi cabeza. Yo era todo lo que no quiero en un jugador”, admite. Se autodefine como “hipercompetitivo”, reconoce que lo expulsaban a menudo y que perdía los papeles tras una derrota: “Mi madre sabía que no debía hablar conmigo cuando perdíamos”.
“Tampoco tenía a alguien que me aconsejara. En el Martinenc, bajo Paco Sánchez, aprendí lecciones que no debería como jugador pero que me han servido como entrenador”, reflexiona. “Si mi cabeza hubiera estado mejor, me habría cuidado mejor a mí mismo”, añade, reconociendo que muchos de los errores del pasado le sirven hoy para entender mejor a sus futbolistas.
Asegura que, si pudiera, habría preferido ser jugador antes que entrenador: “Si hubiera podido elegir, sería un jugador de Primera División. Yo cambiaría”. Pero también admite que empezó a entrenar muy joven: “Lo hice porque me gustaba; no pensé que lo haría. Siempre había jugado, pero no sabía cómo jugar”.
Un ascenso inesperado… y merecido
En 2023, Manolo estaba en el filial del Espanyol, cobrando menos que en otros clubes de Segunda RFEF. Y, de repente, se produjo el giro: el primer equipo bajaba a Segunda, se la jugaban al todo o nada por el ascenso, y lo llamaron a él. “No me van a poner. ¿Cómo pueden poner al del B cuando tienen que subir? Es vida o muerte”, recuerda: “El director deportivo del Espanyol vio en mí algo que otros no vieron. Muchos jugadores y entrenadores son etiquetados, incluso cuando hay talento en Segunda y Segunda B. Temes que digan: ‘Este no es de Primera División’. La opinión pública dice: ‘No conoce la liga, no tiene experiencia’. Si me ponen en Primera y las cosas no salen bien, el director deportivo paga las consecuencias. Hay que ser valiente para arriesgarse, para asumir las consecuencias. Y cuando los resultados no fueron buenos al principio en Primera, los jugadores podrían haber pensado fácilmente: ‘Entrenador joven, nuevo en Primera, podemos dejar que fracase’. Pero sucedió todo lo contrario.”
“Me preguntaron si creo que soy capaz, y dije: ‘Por supuesto’. Los jugadores creyeron; si no, ya estás acabado”, comenta. Y ahora, no solo sigue en el cargo, sino que ha convertido al Espanyol en uno de los equipos más competitivos del campeonato.
Lo pusieron. Y respondió. No perdió ninguno de sus 12 partidos en Segunda. Subió al equipo por la vía de los playoffs. “Para mí llegar a la Primera era una lotería. El lugar correcto en el momento adecuado”.
“Todavía tengo los nervios los jueves”
Lejos del personaje que algunos imaginan cuando se habla de un entrenador de Primera, Manolo sigue en las antípodas del estereotipo. “Somos personas normales que tratamos de hacer nuestro trabajo”, dice. “No me gusta la exposición, que decimos cosas y la gente corre con ellas”.
Pero, curiosamente, esas ruedas de prensa que dice no disfrutar, son uno de sus puntos fuertes. Tiene carisma, conecta con la gente y nunca cae en lo políticamente correcto. “Tu tarea es mejorar a tus jugadores. Entonces tu carrera, la vida, te llevará a donde te lleve”, resume.
“Ganar es un alivio por la presión. Sabes que muchas personas dependen de ti. Porque esta es la Primera División, no es un juego, es un negocio, un espectáculo”. Pero también deja claro que no se le ha subido a la cabeza: “Afortunadamente, en mi experiencia, esto no es otro mundo. Es el mismo. Con más gente mirando”.
Y mientras otros se relajan, él sigue sintiendo el gusanillo: “Todavía tengo los nervios los jueves. El día que no, el día que no tenga esa energía, pararé”.