El Espanyol tropezó en Mendizorroza ante el Alavés justo cuando parecía lanzado, y la derrota ante el Alavés ha dejado una herida que escuece más por las formas que por el resultado. El equipo de Manolo González firmó una primera parte muy floja, reaccionó tarde y pagó caro sus errores. Para analizar todo eso con lupa y sin paños calientes, llega la contracrónica de Juan José Caseiro, que disecciona lo ocurrido con su estilo directo, afilado y sin concesiones.
La temeridad se paga
Máximo se llevó una puñalada de Cómodo en el costado, porque pensó que en la previa del combate el rival no actúa y salió a la arena con una cornada mortal. Fue mejor, pero pagó caro la falta de concentración. Hay temeridades que se cobran; la de Vitoria tuvo mucho de nuestra parte en el inicio y final de una primera parte para olvidar.
Atrás, Dmitrovic nos mantuvo con vida con varios aciertos; fue una frivolidad de Rubén intentar salir controlando en zona de despeje, esta vez; a Riedel le ganó claramente Boyé la tarde y Cabrera se clavó rodilla en tierra mucho antes del chut de Denis. El interminable fútbol de Romero no nos dio ni para un empate.
Pol y Expósito, uña y carne, se vieron escasos de ese tercer centrocampista que el mister deja huérfano demasiadas veces. Milla, en versión ‘juegue usted por donde quiera’, estaba demasiado acorralado entre los tres medios alavesistas.
Con la de hoy, ya son 40 veces las que el tren ha pasado de largo de la ‘estación Roca’ sin decidirse a subir, todo lo que Jofre atacó bien lo defendió regular y Kike no tuvo ni media para que se cumpliera la ‘ley del ex’.
El 2-0 del descanso no daba para florituras: Roberto y su gol, para recordarnos la osadía de dejarlo en el banco, Dolan que realizó la jugada que avivará la polémica, Terrats que estuvo tan participativo como escorado a la izquierda. Omar, algo tarde para no señalar a su compañero y Urko, un tanto atolondrado.
Ya saben, las derrotas traen consecuencias y reflexiones, aunque los despistes de las individualidades no los pueda remediar el entrenador desde su posición. Un gazapo colectivo acabó en derrota en un partido que nos puso ante el espejo. Toca cerrar la cicatriz que deja Mendizorroza, una de esas que no dejaremos de mirar.
Juan José Caseiro
