En Vitoria, ante el Alavés, el Espanyol fue un equipo que no se pareció a sí mismo. Manolo González apostó por un once con retoques -la titularidad de Kike García y Antoniu Roca, la ausencia de Pickel y la suplencia de Roberto y Dolan- y el resultado fue un bloque desordenado, sin chispa ni equilibrio. “Lo que funciona no se toca”, dice el refrán, y Mendizorroza volvió a recordarlo a la vieja usanza: con un golpe de realidad. A los cinco minutos, Denis Suárez abrió el marcador tras un mal ajuste defensivo, y antes del descanso Boyé cazó un error grosero de Rubén Sánchez para poner el 2-0.

Manolo explicaba ante las cámaras de las televisiones con derechos cual era su idea antes de comenzar el encuentro”Por el plan de partido hay campos que tenemos claro hacia dónde queremos llevar el partido, la idea si me preguntas hace dos meses era salir con dos puntas, pero tras analizar el rival hemos optado por una situación diferente. Pere Milla estará como segundo punta y Antoniu a la izquierda que es lo lógico, y nos deja la bala de Roberto para la segunda mitad. En Oviedo nos salió bien pero te condiciona si no tienes en el banquillo un segundo punta para cambiar. Antoniu tiene una capacidad muy buena a nivel de uno contra uno, de cambios de ritmo y superar líneas en conducción, y es un partido que creemos que se puede dar. También viene entrenando muy bien y el nivel de Dolan ha hecho que haya jugado menos hasta ahora, pero Tyrhys ha bajado un poco el nivel y queremos que apriete. Tanto Jofre que estuvo muy bien el otro día, creemos que es un partido bueno para que las bandas nos den profundidad”.
El partido que imaginaba Manolo
Sin embargo el Espanyol no encontró su sitio ni con balón ni sin él. Pol y Edu Expósito se vieron desbordados, Riedel sufrió más que nunca y Carlos Romero, uno de los más regulares del curso, tampoco tuvo su día. El equipo quería correr, pero sin estructura ni apoyo en la medular echándose en falta ese tercer centrocampista que habitualmente le funciona en los partidos. Manolo erró en el planteamiento y lo demuestra como se autoenmendó en el descanso, pero sin querer disculparlo desde el banquillo no puede evitar los errores individuales de muchos jugadores, que abundaron y mucho. El equipo quería correr con Jofre y Antoniu Roca, que desaprovechaba la enésima oportunidad de demostrar su valía y cada vez parece más claro en enero saldrá cedido, jugando con la referencia de Kike y Milla, pero no funcionó. Fue el peor primer tiempo de la temporada, y Manolo, al que tampoco se le pueden atribuir los errores individuales que son responsabilidad de los futbolistas, lo supo: tocaba desandar lo andado.

La reacción fue real, pero llegó tarde
En la segunda mitad, Manolo corrigió lo evidente. Entraron Dolan y Roberto, y el Espanyol volvió a parecerse a sí mismo. El cambio se notó de inmediato: más ritmo, más profundidad y, sobre todo, más intención. Roberto tuvo una y la falló, pero en la siguiente marcó de cabeza tras un buen centro de Romero. Con el 2-1, el equipo se soltó y comenzó a dominar el partido, aunque la mala fortuna se cebó con Kike García, que se lesionó en la rodilla justo cuando más falta hacía su presencia en el área.
El Espanyol empujó hasta el final, incluso con un Alavés en inferioridad por la expulsión de Boyé, pero la remontada se quedó en intento. No fue por falta de actitud -el equipo nunca bajó los brazos y tampoco se desconectó-, sino por falta de acierto: sigue habiendo la sensación de que falta calidad cuando la pelota llega arriba, y toca transformar las oportunidades en gol. La segunda mitad confirmó dos cosas: que el equipo sabe reaccionar y que hay jugadores que marcan la diferencia cuando están en el campo.
¿Un simple tropiezo o un aviso serio?
La derrota en Vitoria no cambia el fondo del proyecto, pero sí deja preguntas. ¿Fue solo un mal día o el primer síntoma de mal de altura? El Espanyol llegaba lanzado, con la ilusión de meterse en zona Champions, pero salió de Mendizorroza con la sensación de haber perdido una gran oportunidad. En una Liga tan apretada, estos baches pesan.

El sábado llega un Villarreal en plena racha y sin margen de error: no hay red, y el equipo deberá demostrar que lo de Vitoria fue un accidente y no una tendencia. Lo bueno es que la reacción tras el descanso mostró carácter; lo malo, que el margen de mejora sigue siendo grande. El fútbol, como siempre, no perdona los experimentos.
