Hace justo un año, un 3 de diciembre que ya escocía bastante, el Espanyol se cayó de la Copa en Barbastro y dejó una mancha enorme en la temporada. Doce meses después, en vez de aprender la lección, se repitió la historia casi calcada. Esta vez en Palma, ante un Atlético Baleares que compite en Segunda RFEF y que tuvo más hambre, más alma y más ganas que un Espanyol que parecía jugar con el freno de mano echado. El 1-0 de Tovar no sorprendió a nadie que estuviera viendo el partido.

Un once lleno de cambios… y vacío de ideas
Manolo González cumplió su palabra de sacar un once formado solo por jugadores del primer equipo. Cumplió eso, sí. Pero poco más. Salieron: Fortuño; Rubén, Miguel Rubio, Riedel y Salinas; Pickel, Exposito, A. Roca; Jofre, Koleosho y Kike García. Once nuevos respecto al Celta. Y once jugadores que parecieron no saber muy bien qué hacer con el balón, sin automatismos ni claridad.

Primera parte: dominio sin colmillo, paredes sin puerta y la sensación de déjà vu
La primera parte fue complicada de explicar sin que se te escape un exabrupto. El Espanyol tuvo balón, pero no supo qué hacer con él. Jofre y Koleosho desbordaban pero el área estaba desierta; Pickel se vio perdido; Expósito no encontraba zonas de impacto; Antoniu Roca naufragaba en esa tierra de nadie entre líneas. Y Miguel Rubio y Salinas cumplieron porque el Atlético Baleares casi ni atacó, pero el rival nunca sufrió.
Lo más duro de ver es que no se notaba ninguna diferencia de categoría. Ninguna.
Gol de Tovar y derrumbe total: el Espanyol se desconectó del partido
La segunda parte arrancó como la primera, pero con un Baleares decidido a dar un paso más. Y en el minuto 53 llegó el desastre: un error defensivo grave de Riedel dejó a Jaume Tovar -del que ya se habían avisado en este mismo portal sus buenos números– ante Fortuño. Y no perdonó. 1-0. Y silencio absoluto.

A partir de ahí, el Espanyol fue un equipo roto: cambios, prisas, balones sin sentido, nervios. Entraron Urko, Roberto, Dolan y Javi Hernández. Y aunque hubo un par de llegadas que maquillaban la sensación, todo fue un espejismo. El equipo parecía vacío por dentro.
Una eliminación que mancha, y mucho: injusticia cero, responsabilidad total
Es duro decirlo, pero es la verdad: el Espanyol hizo todos los méritos para irse a casa. No hay mala suerte, no hay arbitraje, no hay excusas posibles. Fue un partido nefasto, espantoso, impropio de un equipo de Primera. Y es una puñalada a la ilusión de la gente, que otra vez ve cómo la Copa se convierte en una pesadilla.
Y sí, esto también le cae a Manolo, al que hemos elogiado mil veces porque se lo ha ganado pero que queda también señalado. Esto no es un borrón pequeño: es un golpe de realidad.

Manolo da la cara: “Hemos hecho un partido horrible a nivel de intensidad y de todo”
En rueda de prensa, Manolo salió con el gesto serio, dolido. Y dijo lo que muchos pensaban:
“Hemos hecho un partido horrible a nivel de intensidad y de todo”. Pidió disculpas a la afición, felicitó al rival y dejó claro que no se había regalado la Copa y recordó que eran jugadores del primer equipo, pero que simplemente no estuvieron. También soltó otra frase que resume bastante bien lo que pasó en Palma: “Esto es una cagada gorda”.
Y lo es.
“El rival le puso más ganas”: un resumen tan simple como doloroso
Manolo reconoció que el Atlético Baleares puso más intensidad. Y que eso le “tocaba las narices”. Y normal. Porque en el fútbol, si te ganan en intensidad, te ganan en casi todo.
Ahora toca levantarse, porque el domingo llega el Rayo, un equipo en el que sus futbolistas “van como motos”, como dijo el propio técnico. Y la Liga no espera.
El espanyolismo, herido pero no roto: que esta noche sirva para despertar
El espanyolismo lógicamente vive unas horas complicadas, cansado de tropezar siempre con la misma piedra, algo que duele especialmente este año en que en la competición regular el equipo estaba dando la cara y nada hacia presagiar una debacle. Pero, como también ha dicho Manolo, todos fallamos alguna vez.

Pese al batacazo, que no es menor, de momento la realidad en la Liga de los hombres de Manolo sigue siendo muy positiva, por encima de las expectativas. El equipo ha venido compitiendo cada fin de semana y ha dado la cara en prácticamente todos los partidos, salvo en momentos muy puntuales como en la segunda parte del Bernabéu y en Mendizorroza, donde sí que es cierto que no se estuvo a la altura. La clave para hacer un análisis más realista y sobre todo justo antes de empezar a quemarlo todo está en la reacción del domingo ante el Rayo Vallecano, una buena vara de medir el estado real del equipo: si recupera su nivel y transmite buenas sensaciones, lo de la Copa quedará no como una anécdota, porque no lo es para nada, pero sin i más allá de un tropiezo doloroso, serio pero puntual. Si no, el golpe puede dejar secuelas bastante más profundas de lo que parece.
