El hambre emocional es una de esas señales que tu cuerpo te manda para decirte que no está bien o que hay algo que no está funcionando como debería. Son mensajes que llegan a tu cerebro en momentos en los que vas en piloto automático y no estás sintiendo lo que realmente parece. Aparecen sin previo aviso síntomas como el cansancio, el estrés o la tensión corporal que te obligan a responder de forma inadecuada.
Sin embargo, no es motivo de culpabilidad, esto sucede como aviso, por lo que tenemos que intentar interpretarlas y adecuarnos a ellas. El hambre emocional se engloba entre estas señales y a continuación qué es, por qué se produce y cómo calmarla sin atiborrarte a dulces y chuches.
Un hambre que no es física
En ocasiones puedes creer que sientes hambre y necesitas llenar tu estómago, pero realmente no es así. Ana Morales, psicóloga especializada en nutrición emocional indica: «No me gusta hablar de hambre real como si el otro, el hambre emocional, fuera falso». Y continúa explicando: «Porque si estás hecha polvo y te lanzas a por media tableta de chocolate, esa hambre también se siente muy real. Solo que esta no nace del estómago, sino de dentro. No es realmente física, sino emocional. Pero empuja igual, arrastra igual… y, si la ignoras, grita más fuerte».
Un atracón que llega sin aviso
Existen diferencias claras entre el hambre emocional y el fisiológico. Este último se prevé y se puede comprender puesto que el cuerpo puede retrasarla y desaparece cuando estás saciado. Sin embargo, el emocional «aparece de golpe, exige atención inmediata y suele tener antojos muy específicos. No busca nutrirte, busca consolarte», señala Ana Morales.
Además revela que este hambre emocional tiene unas características muy diferenciadas: si después de comer te sientes igual de triste, ansiosa o vacía, no era hambre de comida, sino emocional. «Necesitabas que algo te consolara, que te dijeran que ‘todo va a estar bien’, pero como no sucedió te decantaste por un helado o una bolsa de patatas», afirma la psicóloga.
Es difícil distinguir el hambre real del hambre emocional
Morales aclara por qué nos cuesta tanto distinguir el hambre real del hambre emocional: «Porque hemos sido educados para silenciar el cuerpo«. «Aprendiste a comer sin hambre, a terminar el plato aunque estuvieras llena, a no confiar en lo que sientes. Y luego llegaron las dietas, los planes, las reglas externas. El resultado: hoy confundes el hambre con la ansiedad, el aburrimiento con el picoteo», no duda en reconocer la experta en nutrición emocional.
De igual manera, Ana Morales expone una serie de consejos que pueden ayudar a controlar está sensación de hambre. «La pausa de los cinco segundos antes de comer, el check-in a mitad de plato, escribir un diario emocional o comer sin pantallas«, son los gestos simples que recomienda. Y enfatiza: «Si un día te atracas de galletas, no es un fracaso. Es un mensaje. Escúchalo«.
Señales de agotamiento y cansancio
A parte del hambre emocional, hay otras señales que indican que no puedes más y que el cansancio y el agotamiento están pudiendo contigo. Y no solo el físico, sino el mental y el emocional.
Entre las advertencias que tu cuerpo te manda encontramos: Pérdida de concentración, irritabilidad, fallos de memoria, ganas de aislarte y apatía, entre otras. En ese momento, necesitas tomarte una pausa, desconectar y descansar.
La psicóloga organizacional Saundra Dalton-Smith, autora de los siete tipos de descanso, aclara que «descansar es una forma de reparación. Y cada tipo de cansancio necesita un tipo de descanso diferente». En conclusión, es realmente importante que escuches a tu cuerpo para actuar en consonancia con ello.
