El pasado lunes, 6 de febrero, se inauguró la exposición conmemorativa de los 100 años de la inauguración del estadio de Sarrià gracias a la buena labor de la Fundación Privada RCD Espanyol presidida por el ilustre perico Antoni Fernández Teixidó, que cuenta con dos vicepresidentes celebres con los que coincidí en la mesa del consejo de administración del club la época que fui consejero, José Luís Perelló y Esteban Oromí. Además, de otros no menos ilustres patrones con ADN perico en vena como, por ejemplo: Sergio Oliveró, Nestor Oller, Mónica Segura, José Suñer o Pere Botet, entre otros.
La organización de tan brillante y necesaria exposición ha contado con el encomiable trabajo y dedicación de David Tolo y Jordi Munté. Precisamente, tanto Jordi como David estuvieron la semana pasada en mi humilde morada; vinieron nada más y, nada menos, que a buscar el mítico letrero del Gol Sur de Sarrià que daba acceso a la grada de los Irreductibles y, que un jovencito servidor de ustedes se llevó a casa ni corto, ni perezoso, al finalizar el último partido de Sarrià.
Recuerdo como si fuera ayer, que de lo enorme que es no entraba en mi recién estrenado Seat Ibiza y tres de mis acompañantes, los que ocupaban los asientos traseros tuvieron que volver a casa en la Hispano Igualadina. Me hace una especial ilusión haber guardado esta reliquia durante tantos años, de no haberlo hecho se habría perdido entre los escombros como tantos otros recuerdos que se malograron. Me enorgullece sobremanera haberla cedido mientras dure la exposición del centenario de nuestra añorada bombonera, para que otros muchos espanyolistas de la época puedan retrotraerse a un pasado legendario y a aquellos momentos mágicos que nos regaló a algunos privilegiados durante nuestra adolescencia y juventud; el gol sur de Sarrià en general y los Irreductibles en particular, que no era más que el nombre que se le dio a la unión entre las Brigadas Blanquiazules y la Penya Juvenil de la época. En ambos grupos había grandes corazones blanquiazules que supieron aunar fuerzas para hacer de aquella grada la mejor en cuanto animación de toda España.
Años más tarde, después de varias temporadas convulsas se logró de nuevo recrear aquella unión con viejos y nuevos protagonistas; como consejero más joven de la historia del club en aquella imborrable época con tan solo 27 añitos, me tocó liderar aquel proyecto que gracias al esfuerzo de muchas personas acabó en buen puerto, no sin haber superado varías tempestades previas y todo tipo de escollos. Ahí nació la “Curva Jove”, lo que hoy conocemos como Curva RCDE que ha celebrado ya sus veinte aniversarios de amor y dedicación a unos colores: el blanco y el azul.
Sabrán ustedes que son gente bien informada, que la placa conmemorativa que se recolocó hace unas semanas en los jardines donde se levantaba nuestro viejo estadio no duró ni 24 horas antes de que algún cenutrio la pintarrajease con improperios xenófobos hacía el colectivo perico, terminando su estúpida obra haciendo trizas la placa en cuestión.
Era de esperar y, sinceramente, no creo que este despreciable acto vandálico haya sorprendido a nadie; en esta nuestra Barcelona cohabita mucho cretino que nos odia y que carece de la suficiente capacidad intelectual y humana como para respetar al prójimo. Es por ello, que creo firmemente que tanto la Fundación del Espanyol, como el Ayuntamiento deberían ponerse de acuerdo cuanto antes para instalar en el mágico lugar dos porterías a tamaño real pintadas a franjas azules y blancas, a modo de exposición y mención de lo que fue antaño aquel verde que hoy es un vergel ajardinado. El césped que con tanto cariño mimó Tonino y que corretearon como si de un patio de colegio se tratara grandes mitos del planeta fútbol como: Maradona, Zico, Sócrates, Paolo Rossi, Di Stefano, Kubala, Juanito, Maldini, Gullit, Baressi, Van Vasten, Ronaldo Nazario, Tommy N’Kono, Canito, Raúl Tamudo y Rafa Marañón, por citar a los más grandes.
De ese modo, con dos porterías erigiéndose como fastuosos estandartes en homenaje al gol y al alma de Sarrià, (algunos vecinos aseguran que en las noches de luna llena todavía se logra escuchar claramente que con el sol se alzaran las banderas) no harían falta placas recordatorias para que cualquier alcornoque de turno pueda romperlas a su antojo y regocijo. El par de porterías, una en el gol sur de la mítica La Chatarra y, la otra en el gol norte de Mitre serían más que suficientes para que la memoria colectiva de los barceloneses recuerde por los siglos de los siglos las grandes batallas que se libraron en aquel venerable suelo. Tal y como nos recuerda el Coliseo Romano de Roma las hazañas de los Espartaco, Cómodo, Marcos Atilius, Carpóforo o Tetraites, por citar a los más grandes.
Robert Hernando
Escritor y ex -consejero del RCD Espanyol