Manolo González tiene un dilema bonito de los que le gustan a cualquier entrenador. De esos que nacen cuando cambias algo que nadie se esperaba… y encima te sale bien. Muy bien, en realidad. En Vallecas, el míster del Espanyol tocó su once tipo, ese que llevaba semanas repitiendo, y el equipo firmó uno de sus mejores partidos de la temporada. ¿El truco? Dos nombres propios: Edu Expósito y Antoniu Roca.

Lo de Edu fue de escándalo. Jugó entre líneas con una clase que hacía tiempo que no veíamos, puso el córner del primer gol y se pasó el partido repartiendo pases que parecían caramelos. Da la sensación de que vuelve justo a tiempo para ser el fichaje de oro en la recta final. Y eso que venía de lesión, pero en Vallecas jugó sus minutos más largos desde que volvió… y vaya si lo notó el equipo.
Por banda, Antoniu Roca fue un puñal. Cada vez que arrancaba, se intuía el peligro. Atacó sin miedo, encaró, desbordó y solo le faltó estar un pelín más fino en la definición. Aun así, fue un dolor de muelas constante para el Rayo. Se nota que crece con cada partido, y eso es oro para un equipo que se está jugando la vida.

¿Y qué pasa con los que se cayeron del once? Pues tampoco bajaron los brazos. Král entró para aguantar el marcador cuando tocaba sufrir y aportó piernas, energía y aplomo. Y Jofre, aunque apenas tuvo tiempo, ayudó a estirar al equipo cuando más lo necesitaba. Cumplieron, como buenos soldados.
El tema es que ahora llega Balaídos, y el rival, el Celta, tiene un perfil muy parecido al Rayo. Todo apunta a que Manolo repetirá la fórmula, sobre todo con Edu Expósito, que se ha ganado a pulso seguir. Pero claro, con jugadores como Král o Jofre en el banquillo, no hay decisiones fáciles.
Eso sí, bendito problema. Porque cuando todos aprietan, el que gana es el equipo. Y Balaídos será otra batalla donde cada detalle cuenta. Veremos qué decide Manolo… pero por ahora, el experimento de Vallecas pide continuidad a gritos.
