El fichaje de Joan García por el Barça no se ha cerrado como una operación al uso, de esas con llamadas entre clubes, tira y afloja, y nota oficial pactada. Aquí no ha habido negociación ni margen para rectificar. Lo que ha ocurrido es lo que en el fútbol español se conoce como ejecutar la cláusula de rescisión. Un procedimiento legal, frío y demoledor que deja al Espanyol sin su portero… y sin posibilidad de rechazar nada.
A continuación, explicamos en cinco claves muy claras cómo funciona este mecanismo y por qué la marcha de Joan duele más allá de los 25 millones de euros.
1. Una cláusula no es una oferta: es una decisión unilateral
La cláusula de rescisión es un blindaje legal que figura en el contrato del jugador. Lo que hace es fijar un precio que, si alguien está dispuesto a pagar, rompe automáticamente el vínculo con el club. Así de simple. Si alguien pone el dinero, el jugador queda libre. No hay que esperar a que el club acepte ni a que dé el visto bueno.
En este caso, el Barça ha decidido pagar los 25 millones que figuraban en el contrato de Joan García con el Espanyol. No hay negociación posible, ni margen para decir que no, explican desde el entorno del club. La ley lo permite, y en cuanto el dinero llegue a la cuenta del Espanyol, Joan deja de ser jugador blanquiazul.
2. El pago debe ser inmediato: nada de plazos ni trucos contables
Una de las principales diferencias entre un traspaso y una cláusula es el pago. En los traspasos normales se pactan plazos, se negocian fórmulas de pago, se pueden incluir variables… Pero cuando se ejecuta una cláusula, el dinero tiene que estar íntegro y al contado. Hasta que el club no lo recibe, el jugador sigue siendo suyo.
Y aquí no hay manera de retrasarlo ni camuflarlo. De hecho, si el Barça no tuviera ahora mismo el dinero disponible, no podría inscribir a Joan. Esto ha provocado que muchos clubes, para evitar este tipo de operaciones tan secas y tajantes, pacten traspasos algo más altos pero pagaderos a plazos. En este caso, no ha habido acuerdo de por medio.
3. ¿Quién paga la cláusula? ¿El jugador o el club?
Legalmente, el jugador es quien rompe el contrato, así que es él quien “paga” la cláusula. Pero, evidentemente, no lo hace con su dinero. El club comprador se lo entrega a través de sus abogados o representantes, y estos formalizan el pago en nombre del futbolista. Es decir, el Barça pondrá el dinero, pero la operación no será “del Barça al Espanyol“, sino “de Joan al Espanyol”.
Eso tiene implicaciones fiscales importantes: no hay IVA, no hay IRPF por parte del jugador, y se considera una indemnización, no una compraventa. Todo muy técnico, pero que explica por qué esta vía es legalmente distinta y muchas veces más dolorosa para el club que pierde al futbolista.
4. No hace falta ir en persona a LaLiga con el maletín
Aunque hace años había imágenes míticas de jugadores entrando en la sede de LaLiga para depositar su cláusula, hoy todo es más aséptico. El procedimiento se hace online a través de una aplicación llamada LaLiga Manager. Unos cuantos clics, unas transferencias y listo.
Joan no tendrá que posar con maletines ni firmar papeles en persona. Su salida del Espanyol será tan silenciosa como inevitable. Y, para la afición perica, también será igual de amarga aunque se haga desde un ordenador.
5. Impacto directo en el club: pérdida deportiva y alivio financiero
Para el Espanyol, la operación tiene un doble filo. Por un lado, pierde a un portero que había sido clave esta temporada, formado en la casa, y que se va al eterno rival. Por otro, recibe 25 millones limpios, sin comisiones ni tramos aplazados, que computan íntegramente como ingreso extraordinario y aumentan el límite salarial del club.
De hecho, al ser un jugador de la cantera, todo lo que entre por él es beneficio neto. Pero claro, ese consuelo económico no tapa el vacío que deja la forma en que se ha producido la marcha: sin margen para evitarlo, sin posibilidad de respuesta. Y encima, al eterno rival.
