El Espanyol pasó de ronda, sí, pero lo hizo sin margen para el despiste. En Lleida, la Copa recordó que no hay rival pequeño ni trámite fácil. Juan José Caseiro, como en cada partido, pone palabras a lo que muchos. Su contracrónica “Lección aprendida” es el espejo perfecto de un partido lleno de matices, errores que no se deben repetir y avisos que llegan justo a tiempo. Aquí, el análisis más humano del Atlètic Lleida – Espanyol. Sin adornos ni excusas.
Lección aprendida
La misma distancia que separan las categorías de Atlétic Lleida y Espanyol, es la aconsejable para valorar este tipo de duelos, en los que la Copa junta al equipo profesional contra jugadores que enfrentan el partido de sus vidas.
El error fue evidente, así que Fortuño me recordó a otro canterano con debut irregular en Copa; Omar fue luz en la asistencia de gol y sombra en alguna acción defensiva; Calero, capitán por antigüedad, estuvo firme atrás, donde Rubio adelantaba la línea a riesgo de balones a su espalda y Salinas, sin fallar, no asumió protagonismo y sigue viendo el listón de Romero muy alto.
Me chocó ver a Urko pedir desesperado balones al pie antes del primer minuto y Pickel tuvo una tarde como el césped: irregular. Las dos zurdas del mediocampo se salvaron del diagnóstico plano: Javi Hernández y Terrats.
El bucle en el que iba entrando Kokeosho a cada minuto que pasaba, dolía a la vista y Kike firmó dos goles como quien pone sellos en la notaría.
Si Manolo quería que volaran, tendrá que hablar con Roca y Dolan, que no despegaron, Roberto retenido con exagerados agarrones y Expósito, que entró para poner orden en la precipitación colectiva. Por eso, tiene especial valor que Ferran Gómez fuese el más lucido de los cambios.
La mínima diferencia hizo que la intranquilidad se adueñara del equipo. La Copa, ayer, hoy y mañana siempre guarda sorpresas en las esquinas más extrañas. Fue justo el marcador y se ganó haciendo lo justo. Lección aprendida en el presente y a recordar en el futuro. Ese tiempo que ya es mañana, la temporada siguiente y el resto de nuestra historia.
Juan José Caseiro
