La contracrónica del Espanyol – Betis, por Juan José Caseiro:
Apagón
Todos nos acordamos de donde estábamos cuando pasó algún acontecimiento histórico; sabes que hacías el 11-S, cuando se declaró la pandemia o como el pasado lunes, el día del apagón. También recordarás que andabas imaginando en el minuto 80 de un partido que dejaba encendida la luz de la salvación y que se queda interrumpida por dos chispazos de talento individual.
Amargo cumpleaños de un Joan que no pudo llegar a todas las labores de rescate; se llevó Omar la amarilla que le borra de Butarque tras una larga gestión de buen hacer. Todo iba bien hasta que Lo Celso rompió la burbuja en la que habitaba Kumbulla con Cabrera, arrasados por la cintura del argentino y Romero canalizó buena parte del ataque que se fabricaba el mismo.
A la larga, la ausencia de Pol nos mató porque el reparto de sus tareas no quedó concretado y aunque Urko no falló, trasladaba demasiado el balón cuando se necesitaba fluidez. Al principio, Expósito falló una muy clara, rematando de frente y solo y poniendo el pie como hacia Charles Chaplin.
En días como este, Roca no resuelve de la duda de quién debe ocupar esa banda, al contrario de Puado que entiende ya todos los roles que debe asumir. El “9” que vale por el número que lleva en la zamarra, es Roberto, que esta vez solo le suma en la estadística particular.
“Se nos jodió el Perú” cuando los cambios dieron foco a Kral que se tiró un exceso en aquella que debió acabar en gol, en la precipitación de Jofre, en la temerosa puesta en escena de Tejero y los infructuosos minutos de descuento de Veliz. Calero fue esta vez el que mantuvo el nivel de lo que se había reemplazado.
Se prolonga una semana la convivencia en estos cuarteles de invierno, que solo abren la puerta cuando la salvación es matemática. Hay ventaja suficiente para seguir manteniendo alejados a los que vemos por el retrovisor. La semana de tres partidos traerá el desenlace y dos derrotas ni deben, ni pueden llevarnos al colapso. Hagámoslo en Leganés, allí donde una vez lo hicimos “in extremis”, según el catalán que entendía Leo Baptistao.
Juan José Caseiro
