La contracrónica del Leganés – Espanyol, por Juan José Caseiro
Balas perdidas
“Bendito sea el señor, mi fuerza, que adiestra mis manos para la guerra y mis dedos para el combate”. Así se encomendaba Daniel Jackson el francotirador de ‘Salvar al soldado Ryan’, que aprovechaba cada una de sus balas. Puntería inversa a la de un Espanyol de veces pasadas, que, disponiendo de cinco proyectiles para matar la permanencia, una se fue al aire y la otra al pie, en la guerra de Butarque.
Tan raro como cierto es que esta vez no fue Joan quien blindó la República independiente de su área, donde Jofre fue al bautizo lateral con el traje que le hizo Diomande. Demasiado tierno Calero, a Kumbulla le resta este domingo en el balance anual y a Cabrera le suma, pero un poco menos que a Romero, el destacado en un cómputo que nos dejó la cara como el equipaje: morada.
No veo el beneficio de una arriesgada salida de balón a 90 metros de la portería rival y Urko se tropezó de esa manera que otras veces intuimos. Un Kral que ‘ni fú, ni fá’ era más fácil de relevar que la versión mohína de Expósito, por si generaba algo diferente en el momento menos esperado.
Puado eludió el protagonismo que le daba el 5-3-2 y así Roberto pasó por el mediodía silbando como si nada.
La pizarra al carajo al descanso; de ahí aparecieron Tejero al que esperábamos por Omar y el ‘casi’ de cada acción de Véliz. Como será de inescrutable el fútbol, que la madre de todas las revoluciones llegó primero con Antoniu y después con Cheddira y Milla, goleando con diferente final.
Hablaba al principio de Jackson, que terminaba su oración diciendo “mi escudo, en él me cobijo”. Y entonces visualizo el Templo este jueves, siendo consciente de lo que viene. Me agarraré entonces, en la semana del nuevo Papa, a la doctrina de nuestro padre Damaso, que ya nos avisaba: “El perico es un luchador y su alma indómita, cercana en ocasiones al martirio”.
Juan José Caseiro
