Era impensable para los Jordi Artigas, Lluís Oliva, Francisco Camúñez y compañía imaginar donde acabaría llegando el Espanyol Femenino. Las chicas formaban parte del club y desde la creación de la Superliga en 1988 se las tenía cada vez más en cuenta, pero seguían formando parte de una sección amateur. “Jugábamos en campos de tierra, cambiábamos cada dos por tres de terreno de juego. Recuerdo jugar en L’Hospitalet, en el Pau Negre, en el campo del Polvoritense, en la Taxonera… Lo hacíamos los domingos a las dos, y pese a que pegábamos carteles para que la gente viniera y hacíamos publicidad, había muchos elementos obstaculizadores para que nos viniera a ver alguien más que nuestras familias”, explica Dolors Ribalta, actual embajadora del Espanyol y jugadora del equipo desde la temporada 1995-96 hasta la 2006-07. “Esa primera época era la de los balones Mikasa”, recuerda, entre risas. Ella fue una de las protagonistas de la primera Copa de la Reina de la historia del Espanyol Femenino, lograda ante el Oroquieta Villaverde en Terrassa por tres goles a cero. “Las favoritas eran ellas, eran el mejor equipo por aquel entonces. Además, solo éramos trece jugadoras, las once titulares y de entre las dos suplentes una de ellas era portera”. La que habla es la actual directora deportiva del Espanyol Femenino, Raquel Cabezón, que jugó esa final con tan solo 15 primaveras, un año después de recalar en el equipo “gracias a que mi padre se informa. Tenía un gran desconocimiento de sí existía el fútbol femenino”, algo que también le ocurría a Ribalta. “Vi un Barça-Espanyol por la tele y en ese momento me pareció un milagro que las chicas jugaran a fútbol”. Ambas acabaron siendo compañeras en el Espanyol Femenino y alzando ese primer título. “Fue un sueño hecho realidad, hasta poco antes jugaba con los niños en la calle”, añade Ribalta, mientras que Cabezón, autora de dos dianas en esa final y una de las mejores jugadoras a pesar de contar con solo 15 años, rememora una divertida anécdota del encuentro. “Solo teníamos una equipación, y era de manga larga. El partido se jugó un 23 de junio, con lo que haría mucho calor; diversas madres se pasaron la noche cortando las mangas de las camisetas. Se dieron una verdadera paliza casi que para nada, ya que durante el partido llovió”, nos cuenta. “Entrenábamos a horas intempestivas teniendo que ir a trabajar o a estudiar al día siguiente y, por supuesto, lavándonos nosotras mismas la ropa y sin percibir nada a cambio”.
Pero esa primera Copa de la Reina, lograda por el Espanyol Femenino con el tándem Ramón Català-Xavi Álvarez en el banquillo –entrenadores que no podían, por compromisos laborales, acudir a los encuentros del equipo lejos de casa, aunque en esa final sí que estuvieron presentes– fue la semilla para que todo empezara a cambiar. “Fernando Molinos, que por aquel entonces estaba en el club, puso en valor nuestro trabajo dentro de la entidad. Es entonces cuando el club empieza a tenernos en cuenta”, explica la actual directora deportiva del Espanyol Femenino, que repitió título al año siguiente, esta vez en Madrid contra el Atlético de Málaga (2-1). Fina Torres, protagonista en el anterior capítulo y que siguió ligada al club muchos años, se muestra crítica con la actitud de muchos. “Cuando empezamos a ganar títulos todos querían estar con nosotras. Pero cuando comenzamos con el equipo en los 70, ¿dónde estaba esta gente?”.
El Espanyol Femenino ya empezaba a hacerse un nombre cuando llegó a él Lara Rabal. “Entro en el equipo en la temporada 1998-99 para reforzar al C, ya desaparecido, gracias a un anuncio que veo en el ‘Blanc-i-blau’”, afirma la que fue capitana del primer equipo durante muchos años y que sigue matando el gusanillo en el Sant Gabriel. Tanto ella, que en apenas dos años pasó al primer equipo, como Raquel Cabezón y Dolors Ribalta coinciden en que el crecimiento y la verdadera apuesta por el Espanyol Femenino llegó cuando pasa a entrenar y jugar en la Ciutat Esportiva Dani Jarque.
El Espanyol Femenino se siente parte del club
De jugar en diversos campos y cambiar cada año de localía a hacerlo, al fin, en un mismo recinto. Eso que ahora parece tan lejano no sucedió hasta el 2001, y el fútbol base del Espanyol Femenino todavía tardó un poco más. “Antes de entrar en la Dani Jarque, el Espanyol nos cedía el nombre y las equipaciones, pero poco más. A raíz de utilizar las instalaciones se nos empieza a tener más en cuenta”, reconoce Lara. “Hubo muchos cambios estructurales”, afirma Ribalta. Y es que la sección pasó a recibir por parte del club el mismo trato que el fútbol base a nivel de staff y de cuerpo médico, algo que para las jugadoras unos años antes era impensable. Pero todavía quedaba mucho camino por recorrer.
Un camino en el que tuvo mucha importancia Santi Fernández, que se hizo cargo del primer equipo del Espanyol Femenino tras llevar a lo más alto al Sabadell. El por aquel entonces coordinador de las peñas Jaume Martínez y Patricia Coma, responsable de relaciones externas, lograron convencerlo. “Acababa de cerrar mi etapa en el Sabadell Femenino tras siete años y después de ganar la Copa de la Reina y mi intención era dar el salto al fútbol masculino”, recuerda el actual entrenador del Molins de Rei, en Segunda Catalana. Fina Torres, como no, también colaboró a la hora de lograr un fichaje con el que se esperaba dar un salto de calidad y optar, a la larga, a luchar por la Superliga. El primer año no fue nada mal, ya que el equipo tenía que aspirar a salvarse y acabó tercero. Mucho mejor fue la campaña siguiente con la entrada de capital externo de la mano de Antonio Martín, propietario de Quad. “Me reúno con él y le digo que hemos de dar un salto cualitativo. Llegan Olga, Noemí, Carol y Adriana para competir la liga”, recuerda el entrenador del equipo en aquella época, que en ese momento todavía no sabía lo que acabaría pasando a final de temporada. “Hicimos un grupo muy bonito en el que se mezclaba veteranía y juventud, teníamos mucha ilusión y empezamos a ganar”, añade Carol Miranda, jugadora de ese equipo y actual directora deportiva del Valencia. “Llegamos al último partido del campeonato, en el campo del Puebla, con opciones de ganar la Superliga. Teníamos que ganar y que el Sevilla perdiera en el feudo del Athletic, donde teníamos a Olga de enviada especial ya que estaba lesionada. Ganamos nuestro partido y esperamos todas en el centro del campo”, recuerda Lara. “Cuando Olga nos dice por teléfono que el partido en Bilbao ha acabado y que somos campeonas, locura. Me empezaron a abrazar y mi móvil salió volando, se me partió”, asegura el principal artífice deportivo de este éxito, Santi Fernández.
A partir de ahí, el Espanyol Femenino vive su época dorada. La primera y única Superliga lograda en la campaña 2005-06 abre la veda a una oleada de títulos en una campaña en la que se logra el triplete, puesto que el equipo también se hace con la Copa Catalunya – “ganamos 7-1 al Barça”, explica Dolors Ribalta– y la Copa de la Reina. Tres títulos coperos más (2008-09, 2009-10 y 2011-12) y otras tres Copas Catalunya (2007, 2008 y 2013) contemplan las vitrinas de la sección, las cuales podrían ser todavía mayores: el Espanyol Femenino cayó en las finales de la Superliga de las campañas 2006-07, 2009-10 y 2010-11.
Otro de los momentos álgidos en la historia del Espanyol Femenino es su participación en la Champions League en la temporada 2006-07. La competición estaba entonces organizada de manera diferente a la actual, con un grupo previo que el equipo superó y uno posterior en el que quedó apeado, pero realizando un gran papel y cayendo por 3-1 ante uno de los mejores equipos de Europa del momento, el Umea sueco. “Cumplimos un sueño. Quién nos iba a decir a nosotras que jugaríamos la Champions y que ganaríamos partidos…”, explica Carol Miranda. Pero el sentir de muchas de ellas, que por aquel entonces ya empezaban a cobrar y a sentirse profesionales dentro del todavía amateurismo, nos lo cuenta perfectamente Lara Rabal, de familia perica. “Por jugar en el Espanyol hasta pagaba yo. El Espanyol me ha dado mucho, muchas oportunidades y gente que estará para siempre”. Y es que el Espanyol Femenino ha marcado a todos los que han pasado por él. “Es la mejor experiencia que he vivido, lo máximo a lo que puedo aspirar en mi vida profesional. Ha sido mi mejor etapa como entrenador, recordándolo me emocionó”, admite Santi Fernández. Jugadoras experimentadas como la turolense Adriana Martín, actualmente en la Lazio, piensan igual. “He pasado por grandes equipos y ligas, pero esa época caló hondo en mí, la recuerdo llena de felicidad. Sueño con volver, es mi casa”.