No hay que ser muy veterano para darse cuenta de que el fútbol que veíamos hace 10 o 15 años ya no se parece mucho al de ahora. Y no solo por el VAR, los chips en los balones o los fichajes por 120 millones. Lo que ha cambiado de verdad es quién manda. Cada vez hay más clubes españoles que, aunque nacieran en barrios de aquí y se forjaran con socios de toda la vida, están siendo comprados por empresarios de fuera. El Espanyol ya se sumó hace casi diez años a esa lista, y el cambio de propiedad que está a punto de certificarse no supondrá un cambio en este sentido.
Este julio, Chen Yansheng ha cerrado un acuerdo con Alan Pace, un empresario norteamericano conocido por ser el propietario del Burnley FC. A través de Velocity Sports Limited, se ha hecho con el 99,66% de las acciones que estaban en manos del grupo chino Rastar, que compró el club en 2016. Aunque la operación aún no está firmada del todo, ya está en marcha. Y nada apunta a que se tuerza.
El propio Pace quiso mandar este sábado un mensaje a la afición perica para romper el hielo. Y lo hizo con una carta sencilla, pero bien medida: en inglés, sí, pero también en catalán. “Només volia compartir la meva il·lusió per formar part ben aviat d’aquest club increïble”, soltó en X. Luego aclaró que el proceso de compra aún no ha terminado: “Tengo que esperar un poco más antes de unirme a vosotros en este increíble viaje”, y explicó que su silencio hasta ahora no era por desinterés, sino por respeto. El broche fue tan perico como necesario: “Força Màgic Espanyol”.
Una tendencia al alza: 2.000 millones de inversión extranjera
La llegada de Pace al Espanyol no es un caso aislado. Es una pieza más en un tablero que lleva tiempo reordenándose. Según un artículo reciente de El Economista, el fútbol español ya ha recibido más de 2.000 millones de euros en inversión extranjera, y el fenómeno no deja de crecer. La mayoría de estas operaciones no se hacen por amor al arte o con un propósito sentimental: los clubes se ven como activos estratégicos, capaces de generar beneficios -directos o indirectos- gracias a los derechos de televisión, los traspasos, el márketing y la globalización de la marca.
Hoy por hoy, al menos 26 clubes entre Primera y Segunda División tienen propietarios o participación significativa de inversores extranjeros. Algunos ya son viejos conocidos del mapa, como el Valencia, que desde 2014 está en manos de Peter Lim (Singapur), o el Mallorca, que fue adquirido en 2016 por Robert Sarver y Steve Nash (EE.UU.). Otros se han sumado más recientemente, como el Leganés (comprado en 2022 por Blue Crow Sports Group), el Granada (controlado por capital chino) o el Real Valladolid, que este verano ha pasado de Ronaldo Nazário a un nuevo grupo inversor de origen estadounidense y mexicano.
En el caso del Espanyol, el cambio no es el primero, pero sí marca un giro importante. Chen Yansheng, que llegó con promesas ambiciosas, se va tras casi una década con bastantes más sombras que luces. Y Alan Pace entra con un modelo que ya conoce: el de la multi-propiedad deportiva. No es ningún experimento: es la misma fórmula que usan City Football Group, RedBird Capital o V Sports. Un grupo controla varios clubes en diferentes países, se comparten recursos, se optimizan costes y se apuesta por una gestión global del talento.
España, el país europeo con más clubes en estructuras multinacionales
El informe del Social Football Summit es claro: España es el país europeo con más clubes integrados en modelos de multi-club ownership (MCO). Aquí operan estructuras como la del Manchester City (dueño del Girona FC en un 47%), la de RedBird (AC Milan y Toulouse), o la del propio Alan Pace con Velocity. El fútbol español es más barato que el de otras grandes ligas, pero tiene visibilidad, buena cantera y un potencial de crecimiento que seduce a los inversores.
Y no es solo cosa de clubes pequeños. Grupos como Apollo Global Management, uno de los fondos más potentes del planeta, están negociando para entrar en el accionariado del Atlético de Madrid. Y otros como Fenway Sports Group (propietario del Liverpool) o Qatar Sports Investments (dueño del PSG) ya han puesto el ojo en equipos como el Málaga CF.
En paralelo, el proyecto LaLiga Impulso, en alianza con el fondo británico CVC, ha inyectado cerca de 2.000 millones de euros en los clubes desde 2022, para profesionalizar estructuras, modernizar estadios y ganar estabilidad financiera. Todo esto ha convertido al fútbol español en un ecosistema atractivo y cada vez más dependiente del dinero que viene de fuera.
El reto: ser sostenibles sin perder el alma
La entrada de Alan Pace en el Espanyol es, a todas luces, un paso más en esta nueva era. Pero el reto no es solo económico. La afición quiere saber qué proyecto hay detrás. Qué modelo deportivo, qué ambición, qué respeto por la identidad de un club que siempre ha sido algo más que un negocio. El discurso inicial ha sido correcto, medido y sin estridencias. Pero los pericos necesitan hechos.
En Burnley, Pace ya demostró que puede construir equipos competitivos con inversión, estructura y paciencia. Ahora, en Cornellà, le toca entender que aquí el fútbol también va de emociones. De Dani Jarque. De Sarrià. De una afición que no quiere volver a ilusionarse para luego acabar otra vez en Segunda.
La extranjerización del fútbol español es un proceso imparable. Pero cada club tiene su alma. Y el Espanyol, si algo ha demostrado en sus casi 125 años de historia, es que no se deja comprar tan fácilmente, y si no, que se lo digan a Chen Yansheng y su gente, que los últimos años han vivido bajo la presión de un entorno contrario a su manera de gestionar la entidad.



